Un atleta, en esencia, es una persona que repite miles de veces la misma secuencia motora para obtener el mismo resultado, ya sea lanzando un peso, saltando un obstáculo o disparando con el arco.
Los estudios cerebrales al respecto ponen en evidencia que cuestionar los detalles de esta técnica mientras uno ya ha asumido la rutina motora es el camino más rápido para el fracaso. Es decir, que hemos de dejar que nuestro nuestro piloto automático, que ya ha asumido la rutina, tome el mando y no la importunemos con pensamientos conscientes.
Atención superior e inferior
Ello sucede porque existe un nivel de atención superior y otra inferior. Uno de los estudios que sugieren esto se realizó con futbolistas, descubriéndose que si, al pasar la pelota velozmente, zigzagueando a través de una fila de conos, cometían más errores si eran conscientes del lado del pie con el que controlaban el balón.
El estudio fue realizado por Sian Beilock y fue publicado en Journal of Experimental Psychology bajo el título “When Paying Attention Becomes Counter-Productive”.
La corteza motora, en el caso de un atleta experimentado, ha integrado profundamente esos movimientos en sus circuitos neuronales, y cualquier interferencia es improductiva. Cuando la corteza prefrontal se activa, se empieza a pensar en lo que se hace (y también en el modo en que lo estamos haciendo), y ello menoscaba esa clase de circuitos de atención latente.
Y no solo son lecciones que pueden aplicarse a actividades deportivas, sino a otras más cotidianas como intentar relajarse y tener sexo: si se piensa demasiado en ello, no funciona. Relajarse y hacer el amor son actividades que funcionan menor cuando permitimos que sucedan sin forzarlas.
El sistema nervioso parasimpático, que se activa durante este tipo de actividades, actúa independientemente del cerebro ejecutivo, que piensa en ellas, com abunda en ello el psicólogo de Harvard Daniel Wegner en su artículo “How to Think, Say, o Do Precisely the Worst Thing For Any Occasión”.
El psicólogo de Harvard Daniel Goleman abunda también con otro ejemplo extraído del mundo del atletismo en su libro Focus:
Lolo Jones fue ganadora de la carrera femenina de los 100 metros vallas en su camino a la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008. Durante los entrenamientos, saltó sin problemas todas las vallas con un ritmo despojado de esfuerzo… hasta que algo salió mal. La cosa fue, al comienzo, muy sutil y consistió en sentir que estaba aproximándose demasiado deprisa a las vallas. Por ello pensé: “Presta atención a la técnica… Asegúrate de levantar bien las piernas”. Pero ese pensamiento la llevó a esforzarse un poco más de la cuenta, golpeando la novena de las vallas. Jones no acabó primera, sino séptima y sufrió un ataque de llanto en plena pista.
Imágenes | Pixabay
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