Así como la canción que le gusta a demasiada gente la tildamos de comercial (y por tanto inferior) a la que gusta a un grupo minoritario de personas, también solemos pensar que una canción de éxito lo es, también, porque detrás de ella hay aviesos intereses de expertos en marketing. Pero si las cosas fueras tan sencillas, si poner de moda una canción se limitara a gastar mucho dinero en promocionarla, entonces habría más inversores en canciones que en acciones o inmuebles. De hecho, sería el negocio más redondo del mundo.
Para descubrir cuán difícil es preveer que una canción vaya a tener éxito, con independencia de la publicidad que haya detrás, hace unos años Duncan Watts y dos colaboradores llevaron a cabo una serie de experimentos basados en la web mediante un "mercado musical" online en el que se invitaba a 14.000 personas a escuchar canciones que no habían oído nunca antes, valorarlas y descargar las que más les gustaran.
La intención de tal experimento era descubrir hasta qué punto sus preferencias podían verse afectadas por las de los demás.
Los 14.000 participantes se seleccionaron de una red social para jóvenes adultos (Bolt) y la música se seleccionó de un sitio de promoción de nuevas bandas (Purevolume). La intención, pues, era que los participantes escucharan canciones vírgenes, canciones que no hubieran escuchado antes y que no formaran parte de los engranajes de la publicidad o la cultura, así que se escogieron bandas que no hubieran dado muchos conciertos o que no atrajeran demasiados visitantes a sus sitios web. Se seleccionaron 48 bandas con nombres como 52metro, Hydraulic Sandwich, The Calefaction o Up for Nothing.
Para medir cómo influía la opinión de los demás en nuestros gustos musicales, se dividió a los participantes en dos grandes grupos: los que juzgaban las canciones de forma independiente y los que recibieron información sobre la puntuación que habían otorgado los demás, tal y como abunda Peter Miller en su libro La manada inteligente:
Puesto que el primer grupo no podía basarse más que en preferencias personales, sus votos se tomaron como punto de referencia de la calidad. El segundo grupo, en cambio, se subdividía en ocho "mundos" independientes, es decir, que las personas de esos mundos sólo recibían las puntuaciones de otros individuos de su mismo grupo. Esa medida se tomó para comparar el impacto de influencia social de un mundo sobre el siguiente. Si las puntuaciones eran parecidas en los ocho mundos, eso sugeriría que las canciones de éxito también podían predecirse, al fin y al cabo.
Los participantes puntuaban las canciones del uno (la odio) al cinco (me encanta). Tras puntuar, el participante podía descargar la canción, si quería. La única diferencia era que los participantes del grupo independiente se les enseñaba un menú en el que únicamente aparecían los títulos de las canciones, mientras que a los que estaban en los grupos de influencia social también se les mostraba el número de veces que se había descargado cada canción.
Los resultados fueron más sorprendentes de lo que se esperaba. Si bien en los ocho mundos en los que se mostraban las puntuaciones de cada canción los participantes descargaron canciones populares con tanta frecuencia que a menudo acababan transformándose en éxitos, lo sorprendente es que cada mundo eligió canciones diferentes para convertirlas en éxitos.
En un mundo, por ejemplo, la canción Lockdown, de 52metro, llegó al número unio de la clasificación gracias a los que la escucharon en el sitio web, mientras que en otro mundo no superó el número cuarenta de la lista. Eso sugería, según Watts escribió en The New York Times Magazine, que "si la historia volviera a repetirse muchas veces, universos aparentemente idénticos con el mismo grupo de competidores y los mismos gustos de mercado generales darían pie a diferentes ganadores: Madonna ha sido popular en ese mundo, pero en otra versión de la historia no habría sido nadie y alguien desconocido estaría ocupando su lugar.
La calidad intrínseca de las canciones, finalmente, no era tan relevante como el hecho de que tuvieran un buen arranque en las descargas. Por eso las compañías discográficas hacen lo posible (incluso trampas) para que determinadas canciones aparezcan en un Top10 influyente, para así partir con cierta ventaja. Es decir, hacer creer a la gente que dicha canción está muy bien valorada por otras personas.
Sin embargo, esto es sólo una parte de la historia. La realidad es mucho más compleja que una simulación de 14.000 personas escogiendo canciones en una web online. Hay gente que influye más a los demás que otros, hay listas que sólo influyen a personas que están de acuerdo con la filosofía del medio de comunicación que la divulga, hay canciones que nos gustan sencillamente porque gustan al grupo social al que pertenecemos (con independencia del éxito que tenga fuera de él), etc.
En otras palabras: resulta difícil predecir cuándo una canción será un éxito popular.
Si queréis profundizar en los mecanismos que actúan en el mundo real para que una canción o cualquier otra tendencia social se propague cual epidemia, tal vez os interese echar un vistazo a la serie de artículos ¿Cómo empieza paso a paso una moda o tendencia social?
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