En La Odisea, del poeta griego de la Antigüedad Homero, se cuenta el largo viaje de regreso a casa de Odiseo. En un momento dado, su barco topa con sirenas, cuyas voces y cantos irresistiblemente seductores es capaz de hechizar a cualquier hombre.
Odiseo ordena ser atado fuertemente al mástil del barco para evitar caer en la tentación de las sirenas. Estamos ante uno de los relatos más antiguos del mundo occidental que describe las tentaciones y cómo superarlas.
Mr. Clown
Las investigaciones psicológicas sobre la tentación, sin embargo, son bastante recientes. Una de las más llamativas tuvo lugar en la década de 1970 y se llevó a cabo con la caja Mr. Clown.
Mr Clown es una caja de madera pintada con la cara de un payaso de vivos colores. La cara sonriente está rodeada de luces parpadeantes y, a ambos lados de la caja, brotan dos brazos extendidos que sostienen sendos compartimentos con una ventana de cristal. Cuando las luces de los compartimentos se encendían, mostraban pequeños juguetes y dulces. Es decir, tentaciones para cualquier niño pequeño.
Para monitorizar el experimento, la caja también disponía de un altavoz conectado a una grabadora y un micrófono en el cuarto de observación.
El estudio lo llevaron a cabo Charlotte Patterson, de la Universidad de Virginia, y Walter Mischel, autor del experimento el test de la golosina, y también de un libro del mismo nombre que aborda la tentación desde un punto de vista psicológico. Explica así en el libro el desarrollo del experimento con la caja de la tentación:
Durante estos estudios, Charlotte jugaba brevemente con el niño (en este ejemplo, con Sol, de 4 años) en una esquina del cuarto de las sorpresas, en la que había dos bonitos juguetes, pero rotos. Luego sentó a Sol a una pequeña mesa delante de la caja de Mr. Clown. Explicó a Sol que tenía que salir un rato, y le indicó lo que mientras tanto tenía que hacer él: su “tarea”. Tenía que realizar todo el tiempo y sin interrupción una tarea especialmente aburrida. Por ejemplo, tenía que copiar las casillas de una hoja de ejercicios llena de las letras X u O en las casillas vacías subyacentes de esa misma hoja o insertar pequeñas fichas de un montón en un tablero. Si hacía todo eso sin interrupción, entonces podía jugar con los juguetes divertidos y la caja de Mr. Clown cuando Charlotte regresara: de otro modo, solo podía jugar con los juguetes rotos.
Mr Clown, por su parte, intentaría llamar la atención del niño. Además de las luces, tenía una voz fuerte que decía: “¡Hola! Soy Mr. Clown. Tengo grandes orejas y me gusta que los niños las llenen de todas las cosas que quieran, no importa cuáles”. Como si fueran Odiseo, los niños deben resistir las tentaciones de Mr. Clown.
El género cuenta
Niños y niñas no responden igual a la tentación. Las niñas, porcentualmente, esperan más tiempo sin caer en la tentación que los niños:
No las he cuantificado, pero los niños preescolares parecen utilizar más las estrategias físicas, como inclinar o mecer la silla, o apartar las tentaciones, mientras que las niñas parece que prefieren cantar o simplemente intentar desconectar.
Estos datos concuerdan con la impresión general, al menos en escuelas de Estados Unidos, de que las niñas exhiben una mayor autodisciplina que los niños:
Sin embargo, los que así lo estiman, incluidos los propios niños, comparten estereotipos culturales sobre las diferencias de género. De las “buenas chicas” se espera que sean serias y prudentes, y de los “chicos normales” se supone que son son impulsivos, más difíciles de controlar y hasta alborotadores, y que practica con su balón de rugby más que con la tabla de multiplicar.
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