Hay una razón, arraigada en la ciencia de los alimentos, para incluir la mayonesa en bocadillos: la comida húmeda sabe mejor. La humedad ayuda a que la saliva de nuestra boca trabaje más eficazmente y transporte más sabores que los alimentos secos.
Pero la mayonesa no es el único alimento que puede hacer el trabajo.
Un alimento parcialmente odiado
Un poco de aceite de oliva (o aceite de oliva y vinagre) también funciona, al igual que la mostaza, para humedecer la comida. Sin embargo, la mayonesa es ubicua en los sandwich a pesar de que hay un porcentaje elevado de personas que no la quieren. Sobre todo en sandwich industriales.
Paul Rozin, profesor de psicología en la Universidad de Pensilvania, ha investigado el asco desde la década de 1980. Rozin sabe que nadie ha hecho un estudio específico sobre el disgusto de la mayonesa, pero en base a su investigación previa sobre el asco, postula que es la textura de la mayonesa la culpable que tanta gente reniegue de ella.
Su calidad viscosa es del tipo que obtendrías del fluido que rezuma de un cadáver podrido. La repugnancia también tiende a alinearse fuertemente con nuestra repulsión por los fluidos corporales. No comercializamos limonada explicitando que parece orina. Y la apariencia cremosa de la mayonesa no es diferente de lo que emergería de, por ejemplo, un grano reventado.
Con todo, la mayonesa es tan esencial para un sándwich, más que para el pan, que su inclusión no merece mención en el menú. Para muchos estadounidenses, no es un sándwich si no tiene mayonesa. Demasiados estadounidenses no se detienen a preguntarse, ¿este sándwich realmente necesita mayonesa?
Segun Rozin, si no nos paramos mucho a pensarlo, la mayonesa funciona, aporta sabor y humedece la comida. Pero a poco que reflexionemos un momento sobre el aspecto y consistencia de la mayonesa, seguramente ello es lo que provoca que mucha gente prefiera prescindir de ella.
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