Todos nos plegamos, en mayor o menor medida, a los cánones de belleza vigentes. A todos nos gusta parecer atractivos o sencillamente ser aceptados por los demás (por eso nos arreglamos para salir de casa pero no tanto para estar en casa).
Sin embargo, también solemos deslizar la idea de que esos cánones proceden de fuera, que son impuestos por un Leviatán o, en el caso de algunas feministas, incluso del heteropatriarcado. Sin embargo, las cosas son un poco más complicadas (e irónicas).
Te veo gorda, chica
Según este reciente estudio publicado en British Journal Psychology, las mujeres consideran que deben estar delgadas para gustar a los hombres. Hasta aquí, ninguna novedad. La sorpresa vino cuando las mujeres consideran que deben alcanzar determinado grado de delgadez porque es así como les gusta a los hombres.
En realidad, los hombres consideraron que la delgadez que las mujeres consideraban apropiada era, en realidad, exagerada y poco atractiva. Este efecto se observó mayormente en relaciones a corto plazo antes que en relaciones a largo plazo, donde el físico parece menos relevante.
Este efecto también tuvo lugar entre los hombres y su musculatura.
Está bien documentado que la figura femenina ideal es delgada en los países occidentales, mientras que la delgadez y la musculatura se han convertido recientemente en un ideal para los hombres en Occidente. Como resultado, se desarrolla un impulso por la delgadez y la baja grasa corporal en mujeres y hombres, respectivamente.
La competencia deviene en una carrera armamentística entre miembros del mismo sexo que quizá distorsiona la idea de los gustos del sexo contrario. Es decir, que las mujeres tratarían en el fondo de estar más delgadas para resultar más atractivas para las otras mujeres, ya sea porque las otras mujeres han logrado metas más destacables o porque entre ellas hay más críticas o alusiones a la consecución de esa delgadez.
Mutatis mutandis es lo que ocurriría con los hombres en lo tocante a la musculatura. Y, curiosamente, también sucede con el tamaño del pene si atendemos a las búsquedas de Google.
De hecho, un estudio de 2004 ha demostrado que la percepción errónea de las mujeres sobre la preferencia de los hombres por la delgadez está asociada con los trastornos alimentarios. Específicamente, cuanto mayor es la discrepancia entre la estimación de las mujeres sobre la preferencia de los hombres por la delgadez de las mujeres y la preferencia real de los hombres, las actitudes alimentarias más poco saludables informan las mujeres.
Naturalmente, este solo es un nodo más de la complejísima telaraña que influye en cómo determinamos lo que es atractivo, cómo nos plegamos a sus exigencias y, también, cómo discriminamos a quienes no pasan por el aro (o hasta qué punto nos revelamos frente a esta complejidad que aflora de la interacción social buscando monstruos ilusorios o superficiales que combatir, como la gordofobia, el heteropatriarcado o los medios de comunicación).
Si queréis profundizar en ello, dejad que os cuente una historia sobre un grupo de niños que fue dividido en dos bandos llamados Serpientes de cascabel y halcones en el siguiente vídeo:
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