Todos somos víctimas del concepto que los demás tienen de nosotros, tanto para bien como para mal, por ello nos esforzamos tanto en encajar. Quienes dicen que no les importa lo que piensan los demás de él solo está autoengañándose: siempre hay gente cuya opinón nos importa.
En ese sentido, existe un estrambótico estudio realizado por Alain Cohn, Michel André Maréchal y Thomas Noll sobre los efectos de esta impronta social nada menos que en los delincuentes.
Impronta criminal
El estudio citado se titula Bad Boys: The Effect of Criminal Identity on Dishonesty, y consistió en solicitar a los presos de una cárcel de máxima seguridad que lanzaran una moneda a solas e informaran de cuántas veces salía cara.
Cuantas más caras aparecieran, más dinero recibiría el preso. Ya os podéis imaginar que de este modo salió a la luz el grado de honradez de muchos de esos presos. No hay forma de saber cuántas caras y cruces han salido en realidad, pero de promedio podemos afirmar que salen un cincuenta por ciento caras y un cincuenta por ciento cruces.
Antes del estudio, se preguntó a la mitad de los reclusos por qué les habían condenado. La otra mitad de los reclusos tuvieron que responder a la pregunta de cuántas horas semanales consumía televisión.
Los resultados fueron los siguientes. Un 66% de caras entre los que presos a los que se les preguntó el motivo de su condena. Entre los que solo respondieron a la pregunta sobre el consumo de televisión, hubo un 60% de caras.
Y ¿qué sucede con la gente que no está en la cárcel? Es decir, gente que se le presupone mayor grado de honradez y decencia, todo ello escrito con muchas comillas. Pues el resultado fue que salió cara el 56% de las veces.
Es decir, que parece que recordar lo que uno es, lo que la mayoría cree que es, refuerza esa idea, sea o no cierta. No son unas diferencias importantes, pero cuando menos son curiosas, como señalan Levitt y Dubner en su libro Cuándo robar un banco:
El comportamiento de los presos a los que se preguntó sobre la televisión se acerca más al de la gente de la calle que al de los presos que recibieron la impronta.
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