Hay gente que se muere antes de lo que toca. Son personas que parecen morir porque dejan que la Parca se acerque con su guadaña.
Al menos es lo que sugiere un artículo publicado en 1973 en la prestigiosa revista Lancet titulado “Self-Willed Death or the Bone-Pointing Syndrome”, donde se contempla la experiencia de un médico, G. W. Milton, en una clínica de melanoma (una manifestación del cáncer de piel particularmente nociva) de Sidney.
Según Milton:
Hay un grupo reducido de pacientes para quienes saber la inminencia de su muerte supone un golpe tan terrible que no son capaces de asimilarlo, y mueren rápidamente antes de que el mal se haya desarrollado lo suficiente para causársela.
Milton relaciona estos sucesos con las muertes de vudú por ser señalado con un hueso, que se dan en el desierto australiano. Donde se pone de manifiesto el componente psicosomático de muchas enfermedades: la gente sin esperanza parece acelerar la muerte, la gente que persiste en luchar y seguir adelante, parece dilatar la fecha de su deceso. Tal y como refiere Robert Bobrow en su libro El médico perplejo sobre las fechas de muerte de los pacientes:
Existen al menos veinte artículos publicados sobre este tema, donde se tabula todo, desde cumpleaños hasta festividades religiosas, pasando por fiestas de la luna llena (en relación con esa fiesta se ha estudiado a mujeres chinoestadounidenses mayores). La mayoría de los resultados son “positivos”, demuestran aumento y descenso antes y después del acontecimiento simbólico.
El sociólogo de la Universidad de California David Phillips dedicó mucho tiempo de su carrera a investigar acerca de la voluntad de vivir y el hecho de que las personas puedan posponer su muerto para participar en importantes acontecimientos sociales. Eventos sociales como cumpleaños, festividades o elecciones políticas.
Phillips descubrió algo sorprendente: que este efecto de retraso se producía con más énfasis entre las personas famosas, sobre todo en el caso del cumpleaños. Escribió lo siguiente en la American Sociological Review:
Cuanto más famoso es el grupo, más pronunciado es el pico de fallecimientos.
Personajes famosos como George Washington, Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, Mark Twain, Thomas Edison y así hasta 1.333 casos londinenses presentaban una notable caída de fallecimientos antes de los cumpleaños, y un pico después de ellos.
Phillips también es el descubridor del llamado Efecto Baskerville. El efecto lo descubrió tras examinar más de 47 millones de certificados de defunción, encontrando en ellos un patrón muy llamativo: el cuarto día de cada mes moría mucha más gente.
Sin embargo, este pico de mortalidad del día 4 del calendario sólo se producía entre los estadounidenses que tenían antepasados japoneses y chinos. ¿Por qué sólo entre ellos? Porque el número 4 tiene connotaciones funestas en esta cultura. En mandarín, en cantonés y en japonés, las palabras que se usan para decir “cuatro” y “muerte” son casi idénticas, lo cual exacerba la superstición.
El término técnico para designar la muerte por miedo o por estrés es muerte psicofisiológica.
Sin embargo, estos estudios no son concluyentes y pueden encontrarse otros que los refutan.
En 2004, por ejemplo, Journal of the American Medical Association publicó un artículo donde se estudiaban las festividades y cumpleaños en relación con el retraso de la muerte por cáncer. El estudio se llevó a cabo sobre el certificado de defunción de 300.000 personas de Ohio, que habían muerto de cáncer en un período de 11 años. No se pudo demostrar que los enfermos retrasaran su muerte sólo por vivir un gran día más, como se insinuó en estudios previos.
Así pues, aún queda mucho por averiguar acerca de nuestro poder de retrasar o adelantar nuestra muerte. Pero continúa siendo un tema fértil para seguir adentrándose en él.
Con todo, fallezcamos o no, sí que podemos certificar la existencia del efecto nocebo (la antítesis del efecto placebo). Este efecto se caracteriza por el empeoramiento de los síntomas o signos de una enfermedad por la expectativa, consciente o no, de efectos negativos de una medida terapéutica. Al igual que el efecto placebo, no depende sólo de expectativas racionales sino del aprendizaje inconsciente, condicionamiento que resulta de la experiencia de los actos médicos.