Sebastian Seung, del MIT, fue uno de los primeros investigadores en plantear la hipótesis de las neuronas egoístas o sinopsis egoístas a fin de explicar por qué nuestro cerebro es tan asombrosamente plástico.
Un plasticidad que permite una reorganización espontánea del mismo en respuesta a traumas o, simplemente, a experiencias nuevas.
Los dedos suturados
Tal y como explica el neurocientífico Daniel C. Dennett en el libro Las mejores decisiones a propósito de un experimento de plasticidad neuronal con monos:
Mike Merzenich unió mediante sutura los dedos de un modo con el fin de que no necesitara tanta corteza cerebral para representar cada dedo por separado, y las regiones de la corteza cerebral que representaban los dedos se redujeron dejando más corteza disponible para otras cosas. Cuando se eliminó la sutura, esas regiones volvieron muy pronto a sus dimensiones anteriores. Si nos vendamos los ojos durante ocho semanas, como hace Álvaro Pascual-Leone en sus experimentos, veremos que nuestra corteza visual empieza a adaptarse al braille, a la preocupación háptica o táctil, al tacto.
¿Por qué un grupo de neuronas se encargaría del trabajo de otras? La razón es que una neurona que no trabaja no recibe neuromoduladores, lo que, finalmente, hará que muera. Es decir, que se ponen a trabajar para sobrevivir, por egoísmo, lo que facilita la plasticidad cerebral.
Platón establece una analogía entre la mente humana y el estado: posee gobernantes, guardianes y trabajadores. En ciertos aspectos, la idea de que una persona esté formada por una multitud de personas pequeñas es graciosa de tan ingenua que es, pero es no impide que, en cierto sentido, sea cierta. No deberíamos rechazarla porque nos recuerde a otras ideas simplistas que han sido desacreditas hace tiempo. Puede que alguna versión no tan simplista sea la verdadera.
Imagen | GreenFlames09
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