Como animales sociales que somos, nuestro rostro ha evolucionado para transmitir nuestras emociones a nivel infinitesimal. Y de todos los rasgos de nuestro rostro, el más poderoso y elocuente son los ojos. Precisamente el rasgo que se pierde cuando conducimos un coche.
Esta hecho, puestos a teorizar, podría ser una de las razones que agudiza la insolidaridad en la carretera. El contacto ocular entre los conductores y viandantes es casi inexistente o inexistente del todo, tal y como señala Tom Vanderbilt:
La mayor parte nos movemos demasiado deprisa (empezamos a perder la capacidad de mantener el contacto visual más o menos a los 30 kilómetros por hora) o no es seguro mirar. A lo mejor nos tapa algo. A menudo los demás conductores llevan gafas de sol, o es posible que su coche tenga las lunas tintadas. (…) ¿Se han parado alguna vez en un semáforo y “sentido” que alguien de un coche cercano los miraba? Lo más probable es que les pusiera incómodos. El primer motivo es que eso puede violar la sensación de intimidad que sentimos en el tráfico. El segundo es que no hay motivo para ello ni una reacción neutral apropiada, condición que puede provocar una respuesta de “luchar o huir”.
Para comprobar hasta qué punta ocurre esto, unos investigadores situaron a un conductor cómplice con un ciclomotor a la altura de los coches que esperaban en un semáforo, con la orden de mirar al conductor del coche más próximo. Los conductores que eran observados solían atravesar el cruce más deprisa que aquéllos a quienes no se miraba.
Otro estudio hizo que un peatón mirase fijamente al conductor que esperaba en el semáforo. El resultado fue el mismo. Es por eso que un intento de hacer ojitos con el conductor de al lado está condenado al fracaso, lo cual supone el mayor problema para las redes de citas en coche como Flirting in Traffic, que permiten a los conductores enviar mensajes (a través de un correo electrónico anónimo a una página web estilo MySpace) a las personas que llevan una pegatina especial.
Vía | Tráfico de Tom Vanderbilt