La educación (en las escuelas, en las familias, en diversas instituciones) es uno de los mayores en los que deberíamos invertir, pues sus beneficios se multiplican y extienden hacia todas direcciones, cambiando el mundo. Sin embargo, invertir en educación no consiste solamente en aportar más fondos económicos, o pagar a más profesores, ni siquiera en modificar los manuales de texto cada año. La educación, mal enfocada, también puede resultar infructuosa.
Por ello, a continuación vamos a repasar algunas cosas que generalmente no se suelen tener en cuenta sobre la educación, sobre todo la educación a la que nos enfrentamos, la del siglo XXI, donde la información ya no es un bien escaso y donde, además, la definición de cultura y las formas de crearla (sin tantas jerarquías) está en entredicho.
1. Tamaño del aula
Es preferible tener una buen profesor en una clase grande que uno malo en una clase pequeña, es decir, que las clases pequeñas tienen mejor rendimiento que las grandes, tal y como señala Malcolm Gladwell.
2. Relación alumno y profesor
Los profesores deben cultivar su relación con sus alumnos, porque los alumnos aprenden más de alguien a quien quieren. Es más improbable que un alumno abandone el instituto o la universidad si cuentan con una persona importante que los guíe y anime cada día. La City University de Nueva York ya dispone de un programa llamado ASAP, que cuenta con un componente de tutorías intensivas y parece incrementar los índices de graduación, tal y como explica Marc Santora.
3. Invertir en niños
Es importante educar a las personas con independencia de su edad, pero cuando resulta más prioritario es en la infancia y juventud. Los aprendices aprenden y la destreza engendra destreza, de manera que las inversiones en los niños compensan mucho más que las inversiones de edad más provecta, como sostienen James Heckman y Dimitri V. Masterov, del Grupo de trabajo Invertir en Niños, Comité para el Desarrollo Económico, "The Productivity Argument for Investing in Young Childen".
4. Educación de niños perdidos
Cuando los educandos proceden de zonas pobres a nivel socioeconómico resulta más difícil que obtengan resultados similares que sus compañeros, y la mayoría de ellos no accederá a los estudios superiores. Sin embargo, ello se puede combatir aislando al educando de su contexto socioeconómico de una forma brutal pero efectiva: obligándole a acudir más horas a clase. Hasta que la clase se convierta en su verdadero mundo de referencia. Esta clase de enfoques ya se llevan a cambo en niños de barrios pobres de Estados Unidos a través de las academias KIPP, de las que hablamos más extensamente en otra ocasión: KIPP: la sorprendente escuela que controla tu herencia cultural (I), (II), (III), (IV).
5. Deflación de los títulos
La titulitis está perdiendo fuelle en un mundo tan cambiante que los títulos, salvo en algunas disciplinas, apenas aportan información sobre las competencias y destrezas de un alumno. Tal y como ha afirmado el experto Ken Robinson, que recibió el título de "sir" por su contribución a la educación, "de pronto, los títulos no valen nada. Cuando yo estudiaba, si tenías un título, tenías trabajo. Si no tenías trabajo, era proque no querías tenerlo."
Podéis profundizar en ¿Sigue siendo rentable económicamente ir a la universidad? o en ¿Cómo puede ser gratuita la educación universitaria?
6. Deflación de la información
Hasta hace poco, el colegio era el lugar donde se suministraban los conocimientos, los hechos, las fechas, los datos. Pero Internet ha derribado esta función. Los alumnos pierden el tiempo recibiendo datos, en muchas ocasiones desfasados, que pueden obtener instantáneamente de Internet. Además, mucha de la información recibida en clase fomenta determinadas habilidades que muy pocas veces serán necesarias, ignorándose otras que se necesitan continuamente. Las aulas, en ese sentido, deberían enseñar más cómo buscar y jerarquizar la información en un mundo de infoxicación, y alimentar la creatividad y la curiosidad, proporcionando una base sólida para el pensamiento crítico.
También se ha pronunciado el psicólogo Gary Marcus al respecto en su libro Kluge:
En la era de la información, los niños no tienen ningún problema para “encontrar” información, pero sí lo tienen para “interpretarla”. El hecho (planteado anteriormente) de que tendemos a creer primero y a hacer preguntas después es muy peligroso en la era de Internet, en la que cualquiera, incluso gente sin la debida preparación, puede publicar cualquier cosa. Sin embargo, ciertos estudios revelan que los adolescentes con frecuencia aceptan como verdadero todo lo que leen en Internet.
7. Desfase de los sistemas educativos
Tenemos una educación del siglo XIX. Impartida por profesores del siglo XX. Dirigida a alumnos del siglo XXI. La mayoría de los sistemas educativos actuales están construidos en función de la jerarquía del aprendizaje tradicional: matemáticas y ciencia en la cúspide, humanidades en el medio, y arte abajo. Este desarrollo responde a las necesidades a las que se enfrentaban en el siglo XIX, en mitad de la Revolución Industrial. Pero ya no es así, tal y como señalan Peter H. Diamandis y Steven Kotler en su libro Abundancia:
En una cultura tecnológica muy cambiante y una economía crecientemente basada en la información, las ideas creativas son el recurso fundamental. Sin embargo, nuestro sistema educativo hace muy poco por nutrir ese recurso.
Podéis profundizar en ¿Se están perdiendo los valores? ¿Qué valores?
8. Personalización
Por primera vez en la historia, el conocimiento se puede suministrar de manera personalizada para cada alumno. Una educación a medida de las necesidades, estilo de aprendizaje y tipo de inteligencia del alumno. Empleando más el hemisferio derecho, o el izquierdo, aprendiendo más por vía auditiva, otras por vía visual, otros de forma más conceptual, otros memorizando gran cantidad de datos, otros razonando de forma más crítica, etc.
Algunos opinan que la interactividad es realmente lo importante, como Nicholas Negroponte, fundador del Media Lab del Massachussetts Institute of Technology (MIT) y de la organización Laptop per Child (OLPC), cuyo objetivo es proporcionar un portátil a cada niño en edad escolar del mundo:
Los epistemólogos, desde John Dewey a Paulo Freire pasando por Seymour Papert, están de acuerdo en que se aprende al hacer. Esto significa que si quieres aprender más, quieres hacer más. Así el OLPC hace hincapié en las herramientas de software para explorar y expresarse, en lugar de instruirse. El amor es un maestro mejor que la obligación. Utilizar el portátil como medio para enganchar a los niños a construir su conocimiento basado en sus intereses personales y proporcionarles herramientas para compartir y criticar esas construcciones les llevará a convertirse en aprendices y maestros.
Foto | Oatman13 | Matthew Bowden
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