En un singular estudio llevado a cabo por Robert Provine y tres colaboradores se quiso medir de qué se reía la gente cuando estaba hablando con otra gente.
Para ello, pasearon por campus universitarios y aceras de la ciudad, escuchando conversaciones ajenas y tomando nota de todo lo que se decía que provocaba una posterior risa. Lo que descubrieron es que lo que provocaba la risa no era particularmente divertido.
Risa social
En el estudio, el 20 % de los comentarios u ocurrencias que desencadenaban la risa eran remotamente graciosos. La mayoría de las risas no venían de chistes elaborados o comentarios irónicos muy agudos, sino de expresiones banales. Ocurrencias que, fuera de ese contexto, por ejemplo en un escenario, no arrancarían ni media sonrisa al respetable.
Provine estaba constatando que la risa, además de una reacción ante algo que nos parece gracioso, también actúa como una suerte de vaselina social. Por eso, descubrió que la risa era treinta veces más común en entornos sociales que privados. Como explican Chip Heath y Dan Heath en su libro Momentos mágicos:
Nos reímos para mantener el grupo unido. Nuestra risa dice: estoy contigo. Formo parte de tu grupo. En los grupos, estamos analizando constantemente las reacciones y sentimientos del grupo. Nuestras palabras y miradas son una especie de sonar social. ¿Sigues ahí? ¿Estás oyendo lo mismo que yo? ¿Tus reacciones son como las mías? Reírse en grupo es otra forma de mandar señales positivas de un lado a otro. Estamos sincronizando nuestras reacciones.
Otro descubrimiento contraintuitivo fue que el hablante promedio se ríe un 46% más a menudo que la audiencia que tiene delante. Es como si el hablante quisiera contagiar de su risa a sus oyentes, crear una comunión basada en el ja-ja-ja.
Platón y Aristóteles identificaron la risa como una herramienta para derribar a los poderosos. Pero se olvidaron de que la risa es mucho más que eso. El uso de la risa para evocar la risa y el compadreo es familiar para los espectadores de series de televisión. Las risas enlatadas han acompañado a muchas comedias desde el 9 de septiembre de 1950.
En esa noche, The Hank McCune Show, usó por primera vez una pista de risa para compensar la ausencia de público en directo. Aunque el programa duró poco, la industria de la televisión descubrió el poder de la risa enlatada para evocar la risa de la audiencia. Poniendo en evidencia, de nuevo, la naturaleza social de la risa.
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