Como los cánones de belleza son ligeramente cambiantes y se adaptan de un modo distinto a las culturas, también tendemos, en aras de economizar nuestra energía cognitiva e integrarnos en nuestro nicho social, a considerar atractiva a una mujer por el mero hecho de que mucha gente la considera atractiva.
Y que un gran número de personas consideren bella a una persona normalmente tiene que ver con dos factores. A saber: 1) que esos factores estén asociados con la fertilidad, la salud y una buena provisión de recursos; y 2) que esos factores sean escasos, exclusivos, difíciles de obtener, de modo que muchos tratan de alcanzarlos pero muy pocos lo consiguen.
Lo que dicen de mí
La opinión de los semejantes influye de tal manera en la percepción de la belleza de los demás que incluso se detecta neurobiológicamente en el cerebro, como sugirió un estudio llevado a cabo por un equipo de psicólogos de la Universidad de Harvard liderado por Jamil Zeki que fue publicado en Psychological Science. En el estudio, las fotografías de ciento ochenta mujeres fueron puestas en tela de juicio por parte de catorce jóvenes mientras se sometían a un escáner cerebral.
En función de cómo hubieran calificado previamente otros voluntarios aquellos mismos rostros, los catorce jóvenes no solo valoraron de uno u otro modo los rostros, sino que al contemplar dichos rostros se producía un efecto definitivo en aquellas regiones cerebrales que estaban relacionadas con el concepto de recompensa.
Según los propios investigadores, las mismas estructuras neuronales implicadas en la valoración de determinados asuntos, como la belleza o el buen sabor de un alimento o bebida, se ponen en funcionamiento cuando nos sentimos de acuerdo con la opinión de los demás. Sin embargo, como se ha dicho, esta opinión de los demás no solo puede esta fundamentada en rasgos de belleza universales asociados con la salud o la fertilidad, sino también con la escasez, la exclusividad y el hándicap. En palabras de Ulrich Renz en su libro La ciencia de la belleza:
Para indicar un estatus pueden servir todo tipo de cargas y de incomodidades: cuellos estrechos con corbatas estranguladoras, chaquetas excesivamente ceñidas, a ser posible acompañadas (para los amantes de un handicap superior) de un chaleco y con cuarenta grados a la sombra. O bien se pueden utilizar también suelas resbaladizas, zapatos de tacón que impiden caminar correctamente y materiales delicados que deben ser, por supuesto, caros y que no pueden lavarse en la lavadora.
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