Desde la perspectiva de un psicólogo, el miedo a los payasos a menudo comienza en la infancia. Incluso hay una entrada en la biblia de los psicólogos, el Manual estadístico y de diagnóstico de trastornos mentales o DSM, que refiere el temor a los payasos, aunque está bajo la categoría general de una fobia pediátrica de personajes disfrazados (mascotas deportivas, Mickey Mouse)
Sin embargo, a pesar de la mala fama de los payasos, o del mal rollo que nos da el payaso de IT o la risa locuela de Jocker, hay bastante evidencia de que contribuyen a la recuperación de los niños en hospitales.
Payasos teurapéuticos
A los niños realmente les gustan los payasos: algunos estudios han demostrado que los payasos reales tienen un efecto beneficioso en los resultados de salud de los niños enfermos. El número de enero de 2013 de la revista Journal of Health Psychology publicó un estudio italiano que descubrió que, en un ensayo controlado aleatorio, la presencia de un payaso terapéutico redujo la ansiedad preoperatoria en los niños reservados para cirugía menor.
Otro estudio italiano, realizado en 2008 y publicado en el número de diciembre de 2011 del Natural Medicine Journal, encontró que los niños hospitalizados por enfermedades respiratorias mejoraban más rápido después de jugar con payasos terapéuticos.
En 1990, los investigadores descubrieron que observar un vídeo de Bill Cosby realizando su número cómico produjo un aumento de la producción de inmunoglobilina A salival, una sustancia importante en la prevención de las infecciones del tracto respiratorio superior.
Por ello, desde hace 30 años, el hospital infantil de SickKids de Toronto cuenta con un programa de payasos terapéuticos para complementar el tratamiento médico de sus pacientes, una singular práctica que ahora está siendo exportada a países latinoamericanos. Y es que ya en el siglo XIII, el cirujano Henri de Mondeville propuso que la risa podría promover la recuperación de los enfermos, y escribió: “El cirujano debe evitar la ira, el odio y la tristeza del paciente, y recordarle que el cuerpo humano engorda de alegría y adelgaza de tristeza“.
Imagen | Mark Gstohl
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