A pesar de que consideremos que discutir con alguien a través de mensajes de texto (ya sea por smartphone como cualquier chat en internet) es mejor porque no debemos enfrentarnos cara a cara al otro y podemos reflexionar y ponderar lo que vamos a decir, lo cierto es que parece más peligroso.
Básicamente, las interacciones que no se ejecutan cara a cara carecen de la empatía necesaria para ponerse en la piel del otro y comprobar al instante cuáles son los efectos de nuestras palabras o cómo debemos tomarnos las suyas.
Empatía
Un análisis de 72 estudios sugiere que, entre 1979 y 2009, la empatía entre los estudiantes universitarios ha disminuido. Ahora son menos propensos a plantearse las cosas desde el punto de vista del otro y muestran menos preocupación por los demás.
Además, otro estudio sobre chicas adolescentes reporta que éstas casi siempre son desagradables entre sí en las redes sociales.
Esto podría deberse a que la comunicación entre mensajes, donde se evita la videollamada, es un mal entrenamiento para forjar relaciones maduras, afectuosas y sensibles. Es lo que sostiene Adam Alter en su libro Irresistible haciéndose eco de un trabajo periodístico de Nancy Jo Sales en el que se entrevistó a chicas de entre trece y diecinueve años para entender cómo interactuaban en las redes sociales:
Ella también concluyó que las chicas estaban atrapadas en el mundo de internet, donde aprendían y se enfrentaban a la crueldad, a la hipersexualización y a la agitación social. A veces, las redes sociales o eran más que otra forma de comunicarse, pero para la mayoría de ellas era un camino directo a la angustia.
Este nuevo contexto se está generalizando a gran velocidad. En 2008, los adultos empleaban en su teléfono una media de 18 minutos de su tiempo al día; en 2015, el tiempo aumentó a dos horas y cuarenta y ocho minutos al día. El 80% de los adolescentes miran su smartphone al menos una vez cada hora (y también madrugan más para poder tirarse selfis que puedan ser compartidos en las redes sociales).
Por su lado, los chicos dedican menos tiempo a las interacciones dañinas en internet, pero, en cambio, muchos de ellos invierten mucho tiempo en los videojuegos, que también tienen un componente de interacción social.
Quizá es una visión agorera del asunto. O, quizá, es algo que deberíamos empezar a tener en cuenta.
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