La lista de errores, negligencias, mentiras, bailes de cifras y contradicciones de los gobiernos en relación a la COVID-19 y otros asuntos daría para escribir un libro.
Sin embargo, no han asumido sus responsabilidades. Han eludido las culpas. Los políticos modernos son ahora muy hábiles en la gestión de la prensa y hábiles para replantear los problemas a su favor.
Pendiente resbaladiza
La deshonestidad es como una pendiente resbaladiza, donde pequeñas transgresiones éticas allanan el camino para futuras transgresiones más grandes. Si un político miente y puede salvarse de su responsabilidad, en el futuro mentirá más, y más... hasta que resulte casi grotesco.
Tal y como señalan investigadores británicos del University College de Londres, la repetición y escalada de las mentiras insensibilizan a la amígdala cerebral, y la repetición de esta conducta, a la que nos tienen tan acostumbrados la mayoría de los políticos, anima a engañar más aún en el futuro.
El equipo también se ha planteado la posibilidad de que la actividad de la amígdala represente el conflicto moral resultante de contraponer el deseo de parecer honestos, por un lado, a la tentación de mentir para obtener el máximo beneficio personal, por otro.
Otra diferencia entre mentira común y política radica en que esta no solo busca timar al electorado, sino también generar adhesiones o consensos o separaciones o disensos.
De hecho, muchos políticos pueden catalogarse como psicópatas, al menos tal y como sugiere este estudio realizado con presidentes estadounidenses. El estudio se llevó a cabo en 2010 por parte de Scottt Lilieneld, el psicólogo forense Steven Rubenzer y el profesor de psicología en la Fundación para el Estudio de la Personalidad en la Historia, en Houston, Texas, Thomas Faschingbauer. Allá por el año 2000, Rubenzer y Faschingbauer habían enviado el Inventario de Personalidad NEO a los biógrafos de todos los presidentes de Estados Unidos de la historia.
Los resultados sugerían que un cierto número de presidentes de Estados Unidos mostraban rasgos psicopáticos. Tal y como explica Kevin Dutton en su libro La sabiduría de los psicópatas a propósito del test que se había enviado a los biógrafos de los presidentes:
Incluía preguntas como: “Tienes que aprovecharte de otros antes de que otros se aprovechen de ti”, y “Nunca me siento culpable por herir a la gente”. En total, había 240 preguntas de este tipo. Y un truco. No era a los biógrafos a quienes se staba analizando, sino a sus sujetos. Los biógrafos, basándose en sus conocimientos, tenían que responder en nombre de sus sujetos.
Además, la retórica política se ha ido diluyendo y simplificando debido, precisamente, a una mayor participación democrática. Tal y como abunda en ello Creadores de hits: La ciencia de la popularidad en la era de la distracción, de Derek Thompson:
La mayor simplicidad de la retórica política en realidad es una señal de que los discursos políticos pretenden llegar a un público más amplio, así que están emulando otras formas populistas de entretenimiento masivo, como la música.
Pero los políticos no solo son responsables de los errores significativos cometidos dentro de sus departamentos, sino también de los comportamientos que se consideran contrarios a su código de conducta ministerial. Una vez más, las convenciones sostienen que los ministros deben renunciar si sus acciones se consideran deshonestas, tenían la intención de engañar al parlamento o al público o desprestigiar al gobierno.
Estamos lejos de alcanzar esos estándares, y parece que cada vez lo vamos a estar más. Hasta que resulte grotesco.
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