El ser humano es perezoso por naturaleza. Bueno, no exactamente: es perezoso cuando no hay necesidad apremiante de dejar de ser perezoso. Puestos a elegir, entonces, la mayoría prefiere tumbarse a la bartola antes que ponerse a trabajar. Y cuando decimos tumbarse a la bartola, también nos referimos a su cerebro.
En otras palabras, nuestra tendencia natural es la pereza (ara conservar energía), pero nos sentimos más felices cuando hacemos cosas.
Para ejemplificarlo, en un estudio psicológico reflejado por Bertrand Russell en The conquest of Happiness se ofreció la misma recompensa a dos grupos de voluntarios: una barrita de chocolate. Para ganarse el premio había que rellenar un cuestionario que debía entregarse en un departamento que estaba a unos quince minutos de distancia. La otra opción era rellenar el cuestionario, pero entregarlo en la puerta de la sala y esperar a que regresaran los compañeros.
La mayoría, el 68 %, optó por la segunda opción, la más perezosa. Sin embargo, cuando se mejoró el premio, ofreciendo un chocolate más caro, el 59 % prefirió caminar los quince minutos.
En realidad, ambos chocolates eran de la misma calidad, un dato que se reconoció más tarde. No obstante, al ser consultados, los participantes que habían decidido caminar los quince minutos se manifestaron más felices y satisfechos que los que se hubieron quedado sentados esperando al resto.
Es decir, que nuestro instinto básico es la pereza, pero si hay un incentivo entonces somos activos, y ser activos nos hace felices.
Imagen | agoode
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