Probando la plasticidad del cerebro humano con una babosa llamada 'Aplysia'

Nuestras conexiones sinápticas no son estáticas. Cambian y se modifican según las experiencias que tengamos, hasta niveles que no se creían posibles. Una de las manifestaciones más evidentes de esta propiedad se la debemos a una babosa.

La babosa era el sujeto experimental del biólogo Eric Kandel, allá por la década de 1970. Era una babosa marina llamada Aplysia. ¿Por qué una babosa marina? Porque poseen sistemas nerviosos sencillos y células nerviosas grandes. Kandel ganaría un Premio Nobel por su trabajo.

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Lo que descubrió fue que si se tocan las branquias de una babosa, aunque sea un poco, las branquias se retraen de forma inmediata, como un acto reflejo. Pero si se tocan repetidamente, sin causar daño, entonces este instinto dejará de manifestarse.

La babosa se habitúa al contacto y aprender a hacerle caso omiso. Examinando los sistemas nerviosos de las babosas, Kandel descubrió que “este cambio de comportamiento aprendido venía acompañado por un progresivo debilitamiento de las conexiones sinápticas” entre las neuronas sensoriales que “sienten” el contacto y las neuronas motrices que le indican a la branquia que se retraiga.

Después de este toqueteo continuo de branquias (unas 40 veces), sólo el 10 % de sus células sensoriales mantienen vínculos con las células motrices, cuando lo habitual es que el 90 % de las neuronas sensoriales de sus branquias tengan conexiones con las neuronas motrices.

Es decir, con unos pequeño entrenamiento, se producen cambios grandes y duraderos en las sinapsis.

Esta plasticidad de nuestras sinapsis armoniza dos filosofías de la mente que hace siglos estaban en conflicto: el empirismo y el racionalismo. Según los empiristas, como John Locke, la mente con la que nacemos es una pizarra en blanco, una tábula rasa. Todo lo que sabemos proviene de nuestras experiencias, de lo que aprendemos mientras vivimos. Dicho en términos más familiares, son producto de la cultura, no de la naturaleza. Según los racionalistas, como Immanuel Kant, nacemos con una “plantilla” mental incorporada que determina la forma en que percibimos e interpretamos el mundo. Todas nuestras experiencias se filtran a través de estas plantillas innatas. Predomina la naturaleza.

La babosa revela que ambos puntos de vista son correctos y se complementan entre sí.

Vía | Superficiales Nicholas Carr

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