Ronald Miller, un chico cualquiera, está enamorado en secreto de Cindy Mancini, la chica más guapa y popular del campus. Cuando Cindy se ve envuelta en un tremendo apuro, Ronny aparece y arregla el embrollo, pero todo tiene un precio: Cindy tiene que hacerse pasar por su novia, esperando que así la popularidad de ella "se le pegue". Así empieza el argumento de la película No puedes comprar mi amor, todo un clásico de los años ochenta, protagonizado por un jovencísimo Patrick Dempsey.
Pero ¿por qué el amor no se puede comprar?
Repugnancia moral
Comprar algo con dinero no nos resulta inmoral. Sin embargo, hay cosas que parecen estar excluidas del capitalismo. El amor es una de ellas. Pero ¿por qué consideramos menos inmoral seducir a una persona con un soneto en vez de con dinero? ¿Qué tiene de especial el emparejamiento?
El premio Nobel y autor del libro Qué obtiene qué y por qué Alvin Roth, de la Universidad de Stanford, usa el concepto de "repugnancia" para explicar por qué muchos mercados se rigen por el emparejamiento. Abundan en ello Kelly y Zach Weinersmith en Un ascensor al espacio:
Por motivos culturales, y tal vez también biológicos, consideramos que muchas transacciones son repugnantes cuando hay dinero de por medio. Adoptar un niño está bien. Comprarlo es aberrante. Enamorarse está bien. Pagar por el amor es (en la época contemporánea) aberrante. Hay otros temas que se encuentran en una nebulosa: pagar a cambio de sexo es aceptable en algunas culturas y anatema en otras. En algunas sociedades, la sanidad es algo que se compra, mientras que en otras es un derecho a la ciudadanía.
Una forma de mitigar la sensación de repugnancia moral al pagar por algo que consideramos que no debe tener precio es usar el intercambio. Dar dinero a cambio de un órgano es aberrante, y donar un órgano te convierte en una buena persona. Sin embargo, intercambiar un órgano por otro está a medio cambio entre ambos extremos.
Tal vez comprar el amor sea repugnante a nivel moral porque el amor es un constructo complejo y lleno de matices, pero no todas las ideas repugnates a nivel moral son necesariamente malas. A veces, basta con reflexionar en profundidad sobre esas ideas o abstraerse un poco del contexto sociocultural en la que están inscritas.
Si volvemos al ejemplo de la donación de órganos, según Kelly y Zach Weinersmith, sacar a algien de diálisis gracias a un trasplante renal supone un ahorro sanitaro de aproximadamente 1,25 millones de dólares. Eso significa que se podría pagar a alguien un millón de dólares por un riñón y el sistema todavía se estaría ahorrando dinero. Eso sin contar con la mejora de la calidad de vida del paciente:
Además, los donantes podrían recibir un tratamiento especial, como por ejemplo un puesto más alto en la lista si algún día son ellos los que necesitan un riñón. El doctor Roth propone incluso un trato especial para estos donantes, como mejores asientos en los aviones o una medalla de honor; algo parecido a lo que se hace hoy en día con los veteranos de guerra.
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