A no ser que sea un día especial en el que la ciudad está medio vacía o porque sea una hora poco común, lo habitual es que en una ciudad grande o incluso media no encontremos aparcamiento con facilidad. A veces, incluso es difícil aunque los precios por aparcar sean muy altos.
En muchas ciudades estadounidenses, de hecho, hay 18 veces más metros cuadrados dedicados a aparcar el coche que a los empleados en alojar a sus dueños en una vivienda. Sin embargo, la percepción siempre es la misma: no hay suficiente aparcamiento.
Efecto psicológico
Detrás de esta falta de aparcamientos puede haber una mala planificación urbanística, pero lo habitual es que haya un sesgo psicológico, tal y como explica Ángel Gómez de Ágreda en su libro Mundo Orwell: Manual de supervivencia para un mundo hiperconectado:
Las necesidades (en cualquier caso) no dependen de la suficiente disponibilidad de recursos, sino de la percepción que se tiene sobre los mismos. Por tanto, las autoridades siguen invirtiendo y subsidiando aparcamientos que, en su mayor parte, permanecen infrautilizados. Casos como el de Des Moines, donde hay aparcamientos con un índice de utilización del 8 %, no dejan de ser extremos, pero el 43 % de ocupación media de los del centro de Seattle sí refleja la ineficiencia del modelo de movilidad urbana moderno en general, y del estadounidense en particular.
El problema, también es que, a mayor número de aparcamientos, también son mayores los incentivos para coger el coche para todo, lo que a su vez crea aún más tráfico y problemas en la búsqueda, en una especie de pez que se muerde la cola de forma sostenida: hasta un 30% del volumen del tráfico del centro de las grandes ciudades procede de esta búsqueda.
Así que ¿cómo solucionamos esto? No haciendo más aparcamientos, sino reduciéndolos poco a poco, tal y como señala Tom Vanderbilt en su libro Tráfico:
De 1994 a 2005, Copenhague recortó las plazas de aparcamiento del centro de la ciudad de 14.000 a 11.500, sustituyéndolas por parques y carriles de bicicleta. A lo largo de ese mismo período, y no por casualidad, el tráfico de bicicletas aumentó en cerca de un 40 por ciento (una tercera parte de las personas que se desplazaban al trabajo lo hacen ahora en bici) y Copenhague se ha convertido en uno de los pocos lugares del mundo donde uno puede leer, en un informe, una frase que parecería un error tipográfico cómico en casi cualquier otra parte: "El tráfico ciclista está ya tan extendido que la congestión en ciertas rutas de bicicletas se ha convertido en un problema, al igual que el espacio de aparcamiento para bicicletas.
Imagen | Alexandr Trubetskoy
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