Según una investigación de la Universidad de Edimburgo recién publicada en la revista Psychological Science, tanto las habilidades en la lectura como las habilidades matemáticas que muestra una persona al cumplir siete años de edad contribuyen a predecir cuál será su estatus socieconómico cuando alcance la vida adulta. Quienes presentan mayores competencias en los dos ámbitos son los que obtenían mayores ingresos económicos a la edad de 42.
Esta correlación se ha establecido a través de la amplia base de datos del estudio National Child Development del Reino Unido, que llevó a cabo un seguimiento durante 50 años a 17.000 personas nacidas en 1958.
Según Stuart Ritchie, coautor del estudio, aún es necesario realizar más análisis para separar los efectos de la genética y los efectos del ambiente en estos resultados:
Hemos demostrado que las habilidades básicas adquiridas en la infancia no son solo una cuestión curricular: influyen en cómo te va en la vida a largo plazo. (...) El estudio que estamos adelantando ahora, que es con gemelos, nos permitirá separar los factores genéticos de los ambientales.
Otras ventajas de leer
Los cerebros lectores entienden de otra manera el lenguaje, procesan de manera diferente las señales visuales; incluso razonan y forman los recuerdos de otra manera, tal y como señala la psicóloga mexicana Feggy Ostrosky-Solís.
Pero ¿qué pasa exactamente, en tiempo real, en el cerebro de una persona que lee y entiende lo que lee, a diferencia de una persona que simplemente mira las imágenes en una pantalla o escucha las palabras de un cuentista? En 2009, la revista Psychological Science publicó un estudio al respecto, llevado a cabo en el Laboratorio de Cognición Dinámica de la Universidad de Washington, cuya principal investigadora fue Nicole Speer.
Los lectores simulan mentalmente cada nueva situación que se encuentran en una narración. Los detalles de las acciones y sensaciones registrados en el texto se integran en el conocimiento personal de las experiencias pasadas. Las regiones del cerebro que se activan a menudo son similares a las que se activan cuando la gente realiza, imagina u observa actividades similares en el mundo real.
Lo que también sugiere una investigación es que el cerebro se entrena de un modo diferente si leemos clásicos o leemos contemporáneos (o dicho de otro modo, si leemos textos de palabras complejas, extrañas, rebuscadas o cuya definición ignoramos).
Es al menos lo que sugiere un experimento que consistió en monitorizar la actividad cerebral de un grupo de voluntarios mientras leían una serie de libros, que ha sido llevado a cabo por un equipo de científicos, psicólogos y académicos de la lengua de la Universidad de Liverpool. Los clásicos que se leyeron pertenecían a las plumas insignes de Shakespeare, William Wordsworth y T.S. Eliot, entre otros.
Al parecer, el escaneo cerebral no dejó lugar a dudas: los clásicos consiguieron disparar la actividad cerebral porque suponían un reto mayor. Al adaptarse las obras a un lenguaje más moderno y el efecto cognitivo suplementario se diluyó. El estudio también apunta que la poesía incrementa la actividad en el hemisferio derecho del cerebro.
Vía | En tiempo real | Superficiales de Nicholas Carr
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