Se ha instalado en la cultura popular la idea de que si nos acongoja algún problema lo más apropiado es contárselo a alguien de confianza (amigo, familiar ,psicoterapeuta, etc.) para hacer, como mínimo, catarsis. Lo que menos importa es que el otro nos pueda aconsejar: buscamos el alivio de vernos en los ojos de otra persona y de compartir nuestro dolor.
En diversas encuestas se constata que la gran mayoría de gente cree que hablar con alguien de un suceso traumático ayuda a soportar el dolor con más estoicismo. Pero ¿es cierto?
Emmanuelle Zech y Bernard Rime, de la Universidad de Lovaina en Bélgica, trataron de averiguarlo pidiendo a un grupo de personas que seleccionase una experiencia negativa del pasado. Concretamente la peor experiencia negativa que hubiesen pasado, una en la que todavía pensaran y necesitaran hablar de ello. Ya imagináis la clase de temas que surgieron: muertes, abusos, enfermedades, divorcios, etc.
Una mitad del grupo tuvo que mantener una charla sobre el suceso con un experimentador compasivo. La otra mitad se limitó a hablar sobre un tema mundano: un día típico.
Al cabo de una semana, y de nuevo al cabo de dos meses, todos volvieron al laboratorio y realizaron cuestionarios que medían su bienestar emocional. Los participantes que habían hablado de su suceso traumático pensaban que la charla les había ayudado. Sin embargo, los distintos cuestionarios contaban una historia diferente: en realidad, la charla no había tenido ningún impacto significativo. Los participantes creían que era bueno compartir sus experiencias negativas, pero, en términos de utilidad para sobrellevarlas, igual podían haber estado charlando sobre un día típico.
Unos resultados muy diferentes se han conseguido gracias a la “escritura expresiva”. Hay diversos estudios en los que se ha pedido a las personas que escriban en forma de diario sus pensamientos y sentimientos más profundos respecto a un suceso traumático, cuyos resultados han sido publicados en revistas como Academy of Management Journal.
Por ejemplo, en un trabajo de Buhrfeind y Pennebaker titulado Expressive Writing and Coping with Job Loss los participantes tenían que escribir sobre sus sentimientos después de haber perdido su trabajo.
¿Por qué hablar no reportaría beneficios pero sí escribir? Señala Richard Wiseman:
Desde una perspectiva psicológica, hablar y escribir son dos cosas muy distintas. Hablar, a veces, es una actividad poco estructurada, desorganizada, incluso caótica. Por el contrario, escribir anima a la creación de un argumento y una estructura que ayudan a dar sentido a lo sucedido y nos dirigen a una solución. En resumen, hablar puede añadir confusión, mientras que escribir proporciona un enfoque más sistemático, más centrado en la solución.
Vía | 59 segundos de Richard Wiseman