Una de las preguntas que enseguida me asaltó cuando decidí alquilar un coche en mi reciente viaje a Escocia fue: ¿por qué diablos esta gente sigue conduciendo por la izquierda? ¿No deberían adaptarse al estándar europeo e incluso mundial? ¿No les suponía un problema cada vez que abandonaban las pequeñas fronteras provincianas de sus costumbres?
Entonces pensé que los escoceses y los ingleses en general eran reacios a cambiar su modo de conducir sencillamente porque ello resultaría traumático para toda la nación. Los accidentes se multiplicarían, el caos reinaría por doquier, y quien sabe cuántos años serían necesarios para acostumbrar a tanta gente a conducir justo al revés de cómo lo hacía.
A las pocas horas de salir con mi flamante coche alquilado por las carreteras de Escocia, empecé a vislumbrar que el verdadero motivo por el que aquel país era reacio a cambiar sus costumbres era, simple y llanamente, la pereza. Como os demostraré con el siguiente ejemplo, cambiar de conducir por la izquierda a hacerlo por la derecha no sólo no sería traumático… sino que reduciría la siniestralidad de todo el país (y lo mismo nos pasaría a nosotros si cambiáramos de derecha a izquierda).
El ejemplo viviente de este tipo de transformación lo tenemos en Suecia. El 3 de septiembre de 1967, todos sus habitantes tuvieron que enfrentarse al Gran Cambio. Se llamó el Día H (por höger, “derecha” en sueco).
Había hecho falta años de debates, y mucha preparación, para llegar a ese punto. Se habían presentado en el Parlamento mociones para abandonar la circulación por la izquierda varias veces en las décadas anteriores, solo para ser rechazadas. Se le trasladó la cuestión a los suecos en un referéndum de 1955, pero la medida perdió ante una mayoría aplastante. Inasequibles al desaliento, los partidarios de la circulación por la derecha por fin consiguieron que el gobierno aprobara una medida en 1963.
A pesar de que se estuvo preparando durante 4 años este día, mediante una campaña de anuncios de servicio público (incluso se compuso una canción pop titulada Hall dej Hill Höger, Svensson! (Conduzcamos todos por la derecha, Svensson (por el apellido típico sueco)), medios de comunicación como The New York Times alertaban con frases como: “Lo que pasará aquí en septiembre ha proyectado muchas sombras grotescas sobre toda Suecia”.
Pero ¿qué pasó realmente? El lunes siguientes del Gran Cambio, del Día H, el comisario de tráfico refirió un número de accidentes por debajo de la media.
Para empezar, muchos suecos, muertos de miedo por el espectáculo, sin duda prefirieron no conducir, o conducir menos. Además, se impuso un límite de velocidad especial, que ya llevaba en vigor unos meses antes del cambio: 40 kilómetros por hora en las poblaciones y 90 en las carreteras.
Lo más interesante es que, hasta después de 1 año de tiempo, la tasa de siniestralidad en carretera no regresó a sus valores del año anterior a la transición. Suecia se volvió más segura durante un año, mientras la gente se acostumbraba a la nueva forma de conducir, porque la gente tomaba más precauciones. Y una vez tuvieron confianza con la nueva forma de conducir, entonces tuvieron los mismos accidentes, ni más ni menos.
Los estudios de los conductores mostraron que eran menos propensos a adelantarse cuando se acercaba un coche por el otro carril, mientras que los peatones buscaban huecos más espaciosos en el tráfico antes de decidirse a cruzar.
Fue algo que también descubrí yo intuitivamente: esos 7 días que dediqué a conducir por Escocia lo hice con una gota gorda permanente en la frente. Probablemente nunca fui tan confiado esos días como lo había sido en España.
Vía | Tráfico de Tom Vanderbilt