Tendemos a repetir que la democracia es el sistema de gobierno más justo, o el menos malo. Sin embargo, estamos ante un cliché tan repetido que merece la pena repensarlo. Y más aún: la democracia ha sido desarrollada a expensas del funcionamiento del cerebro, y sobre todo de los sesgos que producen estos cuando las personas forman parte de grupos cohesionados. Quizá deberíamos mejorar algunos de sus aspectos empleando la tecnología.
Porque como ya decía el filósofo Gustavo Bueno: 100 individuos, que por separado pueden constituir un conjunto distributivo de 100 sabios, cuando se reúnen pueden formar un conjunto atributivo compuesto por un único idiota.
Democracia líquida y epistocracia algorítmica
Hay algunas palabras que obran sortilegios. "Democracia" es una de ellas. Consigue, a través de una suerte de condicionamiento pavlovliano, que invoquemos enseguida lo de "es la forma de gobierno menos mala". Pero esto no es verdad. La democracia puede ser fascista y totalitaria. También puede empobrecer a los países, empeorar su sanidad, acabar con las libertades....
Básicamente porque no existe una definición unívoca de "democracia". Así que no podemos afirmar que es la mejor forma de gobierno por dos motivos: primero, hemos de acordar una definición unívoca; segundo, siempre podemos adaptarnos mejor a las circunstancias o incluso incorporar innovaciones inéditas.
Por ejemplo, usando algoritmos que nos ofrezcan series de soluciones óptimas a problemas, fuera de la retórica política.
Otra innovación es que también ha intentado hacer la democracia líquida, en la que abundamos hace un tiempo: es esencialmente una alternativa que cada vez resulta más plausible a la democracia directa y la democracia representativa, sobre todo a raíz de la excepcional habilidad de Internet a la hora de conectar a la gente en redes.
Como sucede en Wikipedia, consiste en ceder nuestro voto a otras personas en las que confiamos ad hoc para determinadas consultas, y también consistente en vigilarnos unos a otros como sucede en Wikipedia, lo evitaría los embudos democráticos, tal que resume Steven Johnson en su libro Futuro Perfecto:
El mundo es demasiado complejo como para comprimirlo en un paquete comprensible para el votante medio, lo que hace que la democracia directa sea un sueño imposible. Pero los propios votantes tienen unos valores políticos también complejos, que no pueden expresarse en votos individuales por candidatos o partidos.
Entiendo las debilidades del cerebro del votante, las debilidades de la polarización de las redes sociales, las debilidades de la retórica política que tiende al populismo a medida que se dirige a más tipos de votantes... podemos diseñar sistemas democráticos mucho más justos y beneficiosos. Podéis ahondar un poco más en todo ello en el siguiente vídeo:
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