Tres son los ejes que determinan vuestra personalidad. Al menos si aceptamos como válida la teoría del psicólogo Robert Cloninger: la “teoría biosocial unificada de la personalidad”. Una teoría que se organiza en torno a tres ejes que corresponden con los tres principales neurotransmisores de nuestro cerebro: la serotonina, la dopamina y la norepinefrina.
Primero el eje de la serotonina: se relaciona con evitar el daño. Niveles altos de serotonina implican que nos sentiremos menos vulnerables a potenciales agravios, sobre todo de nuestra autoestima. Así pues, la serotonina es como un chute de ego, de confianza en uno mismo. Unos niveles bajos de serotonina, entonces, inducirán a la persona permanecer a la defensiva, a ser más conservadora, a encerrarse más en sí misma.
El eje de la dopamina regula la necesidad de buscar novedades, como expliqué en el post ¿Por qué nos gustan los giros de argumento de Perdidos? La dopamina es un juez de las expectativas que tenemos sobre las cosas. Un chasco induce un nivel bajo de dopamina. Una sorpresa agradable, un aumento.
El eje de la norepinefrina regula las recompensas. Nos hace más o menos dependientes de los estímulos placenteros.
Según Cloninger, cualquier personalidad podría reducirse a su posición en cada uno de estos ejes. Por ejemplo: una persona podía ser muy dependiente de las recompensas, indiferente a las novedades y evitar el daño levemente; o en otras palabras, ser un hedonista comodón. Otra persona podía ser un intrépido buscador de novedades ajeno a recompensas, siempre en busca de nuevas experiencias sin tener verdaderamente en cuenta si éstas son peligrosas o mínimamente gratas; como un corresponsal de guerra que se ofrece como voluntario para ir al frente.
La teoría de Cloninger todavía no ha sido aceptada por la psicología actual, entre otras cosas porque no tiene en cuenta la presencia de otras sustancias neuroquímicas esenciales, como la oxitocina o las endorfinas.
Pero tal vez la teoría de Cloninger pudiera ser una base de la cual partir hacia una comprensión más profunda de la personalidad de la gente, más allá de las obsoletas etiquetas “extrovertido” o “depresivo”. Imaginad una teoría basada en ejes neuroquímicos que sencillamente… tuviera más ejes.
Dentro de poco, gracias a la tecnología, será sencillo averiguar y medir los niveles neuroquímicos de cualquier cerebro. Algo así como una huella dactilar neuronal. O mejor dicho: un sistema de puntuación similar al empleado en los juegos de rol: los 15 puntos de destreza o los 7 de sabiduría se sustituirían por X niveles de serotonina o X niveles de testosterona.
Obviamente, este perfil neuroquímico sería tan maleable como la puntuación en un juego de rol. Al tirar los dados dodecaedros, nos enfrentaríamos a determinada situación con nuestra puntuación neuroquímica, sí, pero la experiencia y el aprendizaje de la vida también modificarían nuestra neuroquímica paulatinamente así como lo hacen las puntuaciones del nigromante o el caballero de penacho ostentoso.
En la próxima entrega de este post desarrollaré las características de este neuroperfil.