Se nos da muy mal predecir cómo nos sentiremos en el futuro. Muchos aspiran, por ejemplo, a vivir en una playa caribeña rascándose la barriga, pero ignoran que lo más probable es que se aburra a la larga, o que incluso acabe odiando la playa de tanto verla.
Lo mismo sucede con las cosas negativas. Si preguntamos a alguien cómo se sentirá si se queda ciego, mudo, o parapléjico, lo habitual es que la gente responda que mal. Y lo cierto es que las personas que pasan por tales percances, finalmente no son infelices. Así de borroso es el futuro, tal y como señalan George Loewenstein y David Schkade en “Wouldn´t It Be Nice? Predicting Future Feelings”.
También los investigadores han preguntado a médicos y otras personas sanas si aceptarían un tratamiento agotador de quimioterapia si con ello pudieran incrementar su vida en tres meses. La mayoría dijo que no. Ni un solo radioterapeuta dijo que sí. El 6 % de los oncólogos afirmó que lo haría. Y solo el 10 % de las personas sanas también afirmó que se sometería al tratamiento.
Lo interesante apareció cuando se le preguntó lo mismo a personas que estaban frente a un inminente riesgo de muerte (pacientes de cáncer), tal y como explica Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:
el 42 % dijo que se sometería al tratamiento. Otro estudio halló que el 58 % de los pacientes con enfermedades graves dijo que cuando la muerte estuviera cerca querrían el tratamiento aunque prolongase su vida una semana.
Finalmente, si os gusta viajar (o sencillamente pensar con cierta coherencia, lejos de los continuos sesgos cognitivos que nos acechan), probablemente os interesará Diez cosas de las que no deberías fiarte cuando viajas.
Imagen | Andréia
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