La propiedad individual y absoluta de las creaciones intelectuales es un concepto extraño en muchas culturas. En muchas de éstas no existe justificación para que un individuo explote una creación o un invento de forma monopolista durante varias décadas, por lo que no es una buena práctica habitual.
Por de pronto, la mayoría del tiempo en que el ser humano ha sido creador y consumidor de arte y cultura, no han existido los derechos de autor. Sin embargo, no conocemos ninguna época histórica en la que no haya existido creación y difusión artística y cultural por ese motivo.
Después de todo, el artista o inventor “avanza” con la obra de sus predecesores. Incluso ss difícil identificar al autor original (aunque nuestros cerebros tienden a hacerlo por motivos que explicaremos más adelante).
Por ejemplo, la música rai argelina, en la que los cantantes toman prestados canciones y coros uno de otros. El público añadía palabras a una canción de forma espontánea. El robo, el pillaje y el plagio de los textos no existen en cuanto a esos cantantes, conocidos como chebs y chebetes. Es una forma de música que depende muchísimo de las influencias, de las circunstancias, del momento, el lugar o el público inmediatos.
El sistema de copyright actual, sin embargo, eleva al autor a las cumbres celestiales, casi como si fuese el representante de algo extraído de una fuente que sólo existiera en su interior.
Como sostiene Naomi Klein en No Logo:
Los artistas siempre crearán reconfigurando o compartiendo lenguajes y referencias culturales, pero como esas experiencias compartidas ya no son de primera mano, sino que están mediatizadas, y dado que las fuerzas políticas más poderosas de nuestra sociedad tanto pueden ser empresas multinacionales como políticos, está apareciendo un nuevo conjunto de temas que nos plantea serias dudas sobre las anticuadas definiciones de la libertad de expresión de la cultura de las marcas. En este contexto, decir a los artistas del vídeo que no pueden utilizar antiguos anuncios de automóviles o a los músicos que no pueden utilizar ni distorsionar letras de canciones es como prohibir las guitarras o impedir que un pintor utilice el color rojo.
En todo caso, siempre podremos recurrir a la estrategia del plagio velado (lo cual también demuestra que la creación de obras originales puede darse mediante plagios), gracias a las indicaciones de libros como uno especializado en donde se enseña a los escritores poco escrupulosos el arte inmoral del plagio literario, algo así como un Vademecum del plagio.
Su autor fue John Trusler (1735-1820) y el libro, que indica los procedimientos de cómo ha de efectuarse el plagio (mediante cambios de orden del texto original, empleo de sinónimos, etc.), lleva por título The Mask of Orators; or the Manner of Disguising all Kinds of Compositions: Briefs, Sermons, Panegyrics, Funeral Orations, Dedications, Speeches, Letters, Passages, etc. (La máscara de los oradores o la manera de disfrazar todo tipo de composiciones: resúmenes, sermones, panegíricos, oraciones fúnebres, dedicatorias, discursos, cartas, fragmentos, etc.)
Y es que la genialidad no es algo tan único y escaso como percibimos.
Los avances tecnológicos e incluso ideológicos no provienen de mentes escogidas y raras, tocadas por la genialidad o la locura, sino de contextos socioculturales en los que todos, como una mente colmena, participamos de manera inconsciente hasta que uno de nosotros, por casualidad, respaldo social y mediático o por receptividad general, cristaliza dicha innovación tecnológica o ideológica.
Así pues, ningún libro estaría escrito de forma individual sino de manera colectiva. En las sociedades recelosas del cambio o de las ideas nuevas, por ejemplo, sería más difícil que naciera en la mente de alguien una noción filosófica revolucionaria, por decir algo. Ésta también es la razón de que históricamente la tecnología haya evolucionado a ritmos diferentes en continentes distintos. No porque haya más genios per se en unos continentes que en otros sino porque determinadas condiciones permiten que existan más genios.
En la próxima entrega sobre esta serie de artículos sobre los derechos de autor veremos algunos ejemplos de ello.
Vía | No Logo o Imagine… no Copyright de Joost Smiers y Marieke Van Schijndel / Copia este libro de David Bravo / Cultura libre de Lawrence Lessig / No Logo de Naomi Klein / La máquina de los memes de Susan Blackmore / La ciencia de la belleza de Urlich Renz / Armas, gérmenes y acero de Jared Diamond / Cómo funciona la mente de Steven Pinker / Sistemas emergentes de Steven Johnson / El meme eléctrico de Robert Aunger.