Para muchos, Cosmos fue la primera aproximación verdaderamente vibrante y profunda a la divulgación científica, y la voz de Carl Sagan, la primera que contaba cosas extraordinarias sin recurrir a mitos, engaños y supercherías. De hecho, mi primer amor con Sagan no fue Cosmos, sino su libro El mundo y sus demonios, su análisis precisamente de los mitos y las supercherías, así como la tendencia humana a creer cosas aunque no sean ciertas.
Hace veinte años que Sagan ya no está por aquí, y se le echa de menos. La que sigue fue su postrera entrevista, donde, por supuesto, vuelve a hablar de pseudociencias, supersticiones y religión:
Los síndromes mielodisplásicos son enfermedades en las cuales la médula ósea no funciona normalmente y no se producen suficientes glóbulos rojos, y fue lo que acabó prematuramente con la vida de Sagan. Sin embargo, su legado siempre permanecerá en forma de libros, documentales y entrevistas.
Y, por supuesto, su única novela de ciencia ficción: Contacto. Una novela que conoció una adaptación cinematográfica dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Jodie Foster. Una adaptación que, con sus defectos, puso en pantalla grande por primera vez la sobrecogedora sensación de viajar por un agujero negro no tanto para buscar extraterrestres, sino para buscar lo que Sagan siempre buscó: el conocimiento, lo más lejos posible de las tenebrosas sombras de la caverna de Platón.
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