¿Os acordáis de la Dharma, la compañía secreta de la serie televisiva Lost que experimenta con aspectos que escapan de la ciencia ortodoxa? ¿O Massive Dynamics, de la serie Fringe? ¿O Industrias Stark de Iron Man? Como de costumbre, la realidad supera la ficción, y en una zona de Bellevue, Washington, un suburbio de Seattle, se alza el que probablemente sea el laboratorio más alucinante del mundo: Intellectual Ventures (IV).
Su jefe se llama Nathan Myhrvold, ex director tecnológico de Microsoft. Y no es de extrañar, pues de niño, Nathan era adicto a la serie británica de televisión Dr. Who. Cando el doctor se presentaba a alguien, ese alguien preguntaba: ¿es usted alguna clase de científico? El doctor, entonces, respondía “soy toda clase de científico”. Y eso es lo que Nathan quería ser de mayor. Toda clase de científico.
Y no perdió el tiempo. Nathan terminó el instituto a los 14 años, y con 23 ya tenía una licenciatura en matemáticas, dos másters (en geofísica/física espacial y en economía matemática) y un doctorado en física matemática, cursados principalmente en la UCLA y en Princeton. Más tarde acudió a la Universidad de Cambridge para investigar cosmología cuántica con Stephen Hawking.
Por si esto fuera poco, Nathan tiene aficiones muy eclécticas. Es experto fotógrafo de la naturaleza, cocinero, escalador y coleccionista de libros raros, motores de cohetes, instrumentos científicos antiguos y huesos de dinosaurio (de hecho, es codirector de un proyecto que ha sacado a la luz más esqueletos de Tyrannosaurus Rex que nadie en el mundo.
Y para redondear la cuadratura del círculo, Nathan es inmensamente rico. En 1999, figuraba en la lista Forbes de los 400 americanos más ricos (aunque también dicen que es muy, muy tacaño).
Con esta biografía, ya no resulta tan difícil creer que Nathan sea dueño de Intellectual Ventures (IV), que creó en el año 2000 junto a Edward Jung, biofísico y antiguo jefe de arquitectura de software de Microsoft.
El edificio de IV, sin embargo, no tiene el aspecto típico de rascacielos imponente que estamos acostumbrados a ver en las películas. Al contrario, IV lo compone una serie de edificios anodinos, un antiguo taller de reparaciones de motos Harley-Davidson. La placa bruñida de la puerta no es tal sino una simple hoja de papel en la que pone: Intellectual Ventures (IV).
Pero que toda esta tacañería material no os desilusione, porque Nathan no es nada tacaño cuando se trata de dar vía libre a las ideas más originales e innovadoras. IV es una empresa de inventos llena de científicos y solucionadores de problemas. Y consiguen más de 500 patentes al año.
Pasear por este laboratorio destartalado nos daría otra imagen diferente: parece el laboratorio de un genio loco, con ordenadores, impresoras en 3D, tornos y moldeadoras, un insectario donde se crían mosquitos… pero IV controla más de 20.000 patentes, es decir, es una de las empresas que más patentes tiene del mundo.
Uno de sus últimos inventos ha sido una original manera de acabar con la malaria en el mundo. Nada de vacunas o insecticidas, en IV han desarrollado un láser que literalmente dispara a los mosquitos y los volatiliza, como si fueran misiles balísticos. La malaria sólo la propagan las hembras de ciertas especies de mosquitos, y el sistema rastreador del láser identifica a las hembras por su frecuencia de aleteo (baten las alas más despacio que los machos porque son más pesada)… y chiu, chiu, fulminadas. Podéis leer más detalles en Engadget.
En actualidad, IV trabaja en proyectos tan diferentes y estimulantes como:
un motor de combustión interna mejor, una manera de reducir la fricción de los aviones y aumentar así la eficiencia del combustible, y un nuevo tipo de central nuclear que mejore radicalmente el futuro de la producción eléctrica mundial. (…) La compañía ha inventado un proceso con el que un neurocirujano que intenta reparar un aneurisma puede enviar a IV los datos de una tomografía del cerebro del paciente, que se introducen en una impresora 3D que a su vez produce un modelo de plástico del aneurisma a tamaño natural. El modelo se envía al cirujano, que puede hacer un plan detallado de cómo atacar el aneurisma antes de abrir el cráneo al paciente.
¿Hasta dónde podrá llegar IV? ¿Será como en Lost, Fringe o Iron Man? De momento, IV ya ha enviado satélites a la Luna, ha ayudado a defender a Estados Unidos de un ataque con misiles y, mediante avances informáticos, ha cambiado la manera de funcionar el mundo. Hasta están investigando cómo afrontar el calentamiento global (proponen el uso de
ácido sulfhídrico como “parasol”).
Como un cónclave de genios llenos de ideas superdotadas y heterodoxas.
Vía |Superfreakonomics de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner
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