En un triángulo rectángulo la suma de los cuadrados de los dos catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa. Éste es el primer acercamiento que todos tenemos a Pitágoras en nuestra época escolar. Lo que nunca nos explican de Pitágoras es que, si bien fue un precursor de las matemáticas, tenía no pocas manías y usó artimañas propias de estafador para seducir a sus coetáneos.
Pitágoras vivió entre los siglos VI y V a. C., fundó una secta filosófica que fue perseguida, y se inventó una historia relacionada con la muerte y las habas para hacer proselitismo.
Como sabéis, según la mitología griega de la época, Caronte era el encargado de transportar las almas de los muertos en un barca. Lo que contó Pitágoras es que iba a descender al Hades, al mundo de los muertos, y que luego volvería a la Tierra para contar todo lo visto por sus ojos. Para hacer creíble su viaje al inframundo, Pitágoras se enclaustró en un sótano durante varios días, reapareciendo demacrado. Y la gente lo se lo creyó.
Sobre el tema de las habas, según el enciclopedista Plinio el Viejo se empleaban en el culto de los muertos porque se creía que encerraba el alma de los difuntos. Siguiendo esta lógica, Pitágoras prohibió comer habas aduciendo que era como comerte a tu padre, tal y como explica Nieves Concostrina en Polvo eres:
Tampoco le gustaban las habas porque decía que se parecían a las partes íntimas femeninas y a las puertas del Hades, el mundo de los muertos. El caso es que Pitágoras le tenía tal manía a este fruto que, según refieren muchos estudios, murió por negarse a atravesar un campo de ellas. Iba huyendo de sus perseguidores y en el camino se encontró un sembrado de habas. Se paró en seco y dijo: “Por ahí no paso”. Así que sus enemigos le cogieron allí, pasmado ante tan vulgar sembrado.
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