Viva la serendipia (VI): la mosca matemática y la mosca del pipí dulce

LA MOSCA MATEMÁTICA

La mosca es un animal que apenas llamaría la atención de cualquiera de nosotros (salvo si nos lee algún entomólogo). Como máximo agarraríamos el insecticida y, fliss, acabaríamos con su vida sólo para evitarnos el cansino zumbido. Pero no fue así para Descartes.

Descartes le daba tanto al coco que hasta la entrada de una simple mosca en su habitación le fue suficiente para hacer avanzar las matemáticas. Descartes era de los que se pasaba muchas horas tumbado en la cama, porque prefería ejercitar la mente a los músculos. Entonces oyó un zumbido.

Localizó a la mosca con la vista. Y llegó a una conclusión. Que era posible determinar en cada instante la posición del insecto. Allí, allá, acullá. Para ello bastaba con conocer su distancia con respecto a dos superficies perpendiculares: la pared y el suelo.

Descartes, entonces, se incorporó en la cama y dibujó en una hoja dos rectas perpendiculares mientras la mosca lo observaba sin entender nada de nada. Cualquier punto de la hoja, o sea, del plano, quedaba determinado por sus distancias a los dos ejes.

A estas distancias las denominó coordenadas del punto. Y permitían representar cualquier ecuación algebraica en forma de curva mediante una ecuación. Descartes, gracias a una mosca, logró encajar la geometría y el álgebra en lo que se llamó geometría analítica.

LA MOSCA DEL PIPÍ DULCE

De nuevo una mosca es la protagonista de este descubrimiento. Una mosca alemana, para más señas, que revoloteaba junto a sus amigas por la ciudad de Estrasburgo por allá el 1889.

En aquellos momentos, se estudiaba la función del páncreas en la digestión. Y Joseph von Mering y Oscar Minkowski extirparon la glándula de un perro.

El perro sin páncreas salió a dar una vuelta y orinó en el patio. Un ayudante del laboratorio, entonces, asistió la escena extrañado: un enjambre de moscas estaban revoloteando como locas sobre la orina del perro. Algo tenía esa orina que las atraía sin remedio.

Tomaron una muestra de la orina y la analizaron, descubriendo que estaba cargada de glucosa, un signo común de la diabetes. Gracias a las moscas, von Mering y Mikowski habían provocado experimentalmente la también llamada enfermedad dulce en un animal.

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