EL PERRO ALÉRGICO
Neptuno fue un perro que murió por la ciencia. Y es que a principios del siglo XX, el doctor Charles Richet, catedrático de fisiología de la Universidad de París, estaba investigando con el veneno de los tentáculos de la actinia, una anémona marina común en las costas rocosas del litoral europeo.
Ya os podéis imaginar el resto de la historia. Richet inyectó un poco de veneno a Neptuno, a fin de determinar la dosis letal. Inyectó más tarde una dosis mucho menor, el equivalente a la décima parte de la dosis letal, pero Neptuno cayó fulminado, como si hubiera recibido una dosis letal.
La primera inyección había hecho a Neptuno más sensible al veneno, incluso a dosis no letales.
Richet bautizó a este fenómeno de hipersensibilidad como anafilaxis. Es decir, supresión o pérdida de la protección. Descubriendo así en principio fundamental de las alergias.
LA X MARCA EL LUGAR
El físico alemán Wilhem Honrad Roentgen estaba trabajando en su laboratorio en Munich durante una tarde del 8 de noviembre de 1895. Experimentaba con los rayos catódicos y la luminiscencia que irradiaba uno de los dos alambres que estaban aislados al vacío, dentro de un tubo de vidrio de Crookes.
Al quedarse a oscuras, protegiendo el tubo de Crookes con una cartulina negra como pantalla protectora contra la luz que emitía, se sorprendió al descubrir que, al conectar la corriente, se iluminaba simultáneamente un pequeño objeto sobre su mesa de trabajo.
¿Cómo era posible que la luz atravesara la cartulina? ¿Tal vez había alguna fisura en la cartulina? Roentgen encendió una cerilla para comprobarlo y descubrió que la cartulina era en realidad una cartulina fluorescente que había recubierto con cianuro platinado de bario.
El tubo estaba produciendo algo más que rayos catódicos, pues éstos no viajan por el aire más de tres centímetros. Así que Roentgen dedujo que se se trataba de una nueva radiación. Como desconocía su origen, la llamó X.