A ojos de la química, no es baladí que al diablo se le haya asociado el olor a azufre. El mal olor que pueden tener al expulsar una flatulencia se debe a que algunas bacterias presentes en el intestino grueso producen gases que contienen azufre, que da un olor a huevos podridos. Con todo, el 99 % de las flatulencias son inodoras.
De hecho, el ácido sulfhídrico, un compuesto de azufre, es tan letal que en el 80 % de los suicidios registrados en Estados Unidos empleándose este gas, el personal de urgencias que intentó auxiliar al interfecto enfermaron por los vapores. Porque este gas con olor a huevos podridos es capaz de matar a la gente si se halla en suficiente concentración (aproximadamente la que encontramos en tanques de aguas fecales o en estercoleros).
El ácido sulfhídrico es tan nocivo para la salud que bastan 20-50 partes por millón (ppm) en el aire para causar un malestar agudo que conlleva a la asfixia y a muerte por sobreexposición. Como la densidad del sulfhídrico es mayor que la del aire, suele acumularse en lugares bajos: pozos, etcétera, donde puede causar víctimas. Tal y como explica Mary Roach en su libro Glup:
Por esta causa fallecen trabajadores con una frecuencia suficiente como para que dos médicos acuñasen un término para el fenómeno en una revista médica: pulmón de estiércol. El ácido sulfhídrico provoca una muerte tan rápida que diversas organizaciones de seguridad en el campo y en el trabajo instan a llevar siempre un equipo de respiración autónoma para acceder a un estercolero o para desatascar una tubería de aguas fecales obstruida.
También produce imágenes fantasmagóricas, como las del cenote Angelita, un pozo de 60 metros de profundidad en mitad de la selva mexicana, al sur de las ruinas mayas de Tulum, donde submarinistas atraviesan una espesa nube de ácido sulfhídrico que se ha formado hacia la mitad del cenote. La capa de ácido sulfhídrico se ha producido por la descomposición de los desechos vegetales:
No obstante, no todo son cosas malas asociadas al ácido sulfhídrico. A pesar de su alta toxicidad en los mamíferos, muchos microorganismos toleran elevados contenidos de este gas, o incluso se alimentan de él. Y Nathan Myhrvold, el dueño del laboratorio más alucinante del mundo, está investigando cómo afrontar el calentamiento global y propone el uso de ácido sulfhídrico como “parasol”.
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