Mi relación con el carbonato cálcico es, digamos, estrecha. Cuando aspiraba a vivir de juntar letras me enclaustré como vigilante nocturno en una fábrica que extraía carbonato cálcico de una cantera próxima, en mitad de un bosque. Todo muy gótico, y muy blanco. Porque todo estaba perdido de ese polvillo blanco que recuerda a la harina.
Pero esos meses de escritura frenética y solitaria, rodeado de máquinas que trabajaban solas, trajinando con el carbonato cálcico, me hizo sentir un poco de curiosidad acerca de aquella sustancia que se extraía por toneladas. Y es que sus funciones resultan ser tan necesarias para la civilización que, tras cualquier apocalipsis, debería ser la primera sustancia que deberíamos extraer de nuevo.
Y es que este compuesto, y sus derivados, puede emplearse para reactivar la productividad agrícola, mantener la higiene y purificar agua potable, así como fundir metales y fabricar vidrio. También ofrece un material esencial para la construcción y proporciona reactivos fundamentales para la industria química.
¿De dónde surge este compuesto? Lo explica así Lewis Dartnell en su libro Abrir en caso de Apocalipsis:
El coral y las conchas marinas constituyen ambos fuentes muy puras de carbonato de calcio, al igual que la creta. De hecho, esta última es también una roca biológica: los acantilados blancos de Dover son esencialmente un bloque de 100 metros de espesor de conchas marinas compactadas procedentes de un antiguo lecho marino. Pero la fuente más extendida de carbonato de calcio es la piedra caliza. Por suerte, ésta última es relativamente blanda y puede desprenderse de un frente de cantera sin demasiados problemas, utilizando martillos, cinceles y picos.
Este compuesto se usa en la agricultura, concretamente en los suelos ácidos, a fin de acercar el pH a un valor neutro. Un suelo ácido reduce la disponibilidad de los nutrientes esenciales para las plantas, sobre todo fósforo.
Si el compuesto se calienta en un horno que alcance al menos 900 ºC, el mineral se descompone en óxido de calcio, liberando dióxido de carbono. Este óxido de calcio se conoce como cal anhidra o cal viva, que por ejemplo se usa en fosas comunes para evitar que se propaguen enfermedades y controlar el mal olor.
Cuando fue construida, la residencia del presidente de los Estados Unidos de América en Washington DC, fue revestida con una mezcla de repelente de la humedad de cal apagada y cola, y la gente empezó a llamarla la Casa Blanca. Y la razón de que a Gran Bretaña también se la conozca como la pérfida Albión (blanco) se debe a su larga línea de acantilados blancos, la suma de millones de algas de carbonato cálcico que vivieron y murieron durante el período Cretácico, y que finalmente construyeron a partir del pálido légamo de su descomposición los gruesos estratos de los acantilados de Inglaterra.
Imagenes | Wikipedia
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