Imaginad que desplegamos un mapamundi en el que los lugares adquieran más o menos importancia en función del número de elementos que se han descubierto en sus tierras o en sus laboratorios (si queréis verlo en detalle, aquí describo cómo sería ese supuesto mapa químico). El lugar más llamativo de todos sería Suecia, donde se han descubierto al menos 19 elementos, más de la quinta parte de los que se hallan de forma natural.
Sobre todo una mina sueca llamada Ytterby. El itrio, el erbio, el terbio y el iterbio, por ejemplo, reciben su nombre de la susodicha mina.
Podría parecer un contrasentido que determinados elementos se concentren en lugares como Ytterby: al fin y al cabo, todo lo que nos rodea, la tierra, el mar y el cielo, está compuesto de elementos, que modo que los elementos se encuentran en todas partes. Sin embargo, si bien todo está “hecho” de elementos, los propios elementos puros se encuentran casi siempre encerrados en minerales y compuestos inescrutables.
Para entenderlo mejor, Hugh Aldersey-Williams emplea la siguiente analogía en su libro La tabla de los elementos:
Buscar elementos en la naturaleza era como allanar una pastelería y encontrar en gran cantidad de pasteles y bollos, pero ninguna señal de la harina y el azúcar con los que se hicieron. Uno no encuentra pepitas de aluminio ni ríos de mercurio cuando va recorriendo la campiña.
Por ello, las minas son como puntos calientes para encontrar elementos. En particular, la prolífica mina de Ytterby, en Suecia.
La encontraréis en la isla de Resarö, una de una infinidad de islas rocosas al este de Estocolmo, en las que Suecia parece romperse en el mar Báltico. Es también la mina de feldespato y cuarzo más antigua del país: a principios del siglo XVIII, el feldespato que se extraía de aquí se usaba para fabricar porcelana en la Pomerania sueca, y el cuarzo puro se enviaba a Inglaterra para fabricar vidrio. Pero lo más importante de la mina llegó cuando se examinaron las impurezas que impedían extraer tranquilamente ambos minerales.
Hugh Aldersey-Williams habla de muchas de las personas que, cual peregrinos químicos, acuden a Ytterby:
La mina cerró en 1933. Pero químicos y mineralogistas han continuado acudiendo a ella. En 1940, Brian Mason, de la Intitución Smithsonian, de Washington D. C., encontró la mina parcialmente inundada, aunque todavía había accesibles grandes bloques de pegmatita, el cuarzo de feldespato que presenta los cristales negros, de cara triangular, de la gadolinita. Unos cuantos años después volvió allí y resultó decepcionado al ver que el lugar había sido ocupado y cerrado para uso como depósito de petróleo, y que ya no se permitía el acceso público. En el informe de sus visitas relaciona veinticinco minerales, que entre ellos contenían cantidades de itrio, tántalo, niobio, berilio, manganeso, molibdeno y zirconio, así como elementos minerales más comunes, como aluminio y potasio.
Si os gustan las minas, sin embargo, tenéis otras opciones igualmente interesantes, como la Gran Montaña de Cobre de Falun, un gigantesco centro minero fundado en el siglo XII y que aún operaba comercialmente en fecha reciente, en 1992, o las minas Hisinger en Väsmanland.
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