Si te cepillas los dientes con un dentífrico típico, aunque luego te enjuagues bien la boca, bastará con que te tomes un simple zumo de naranja para que éste te sepa horrible. ¿Por qué la pasta de dientes altera nuestro sentido del gusto con éste y otros alimentos hasta tal punto?
El secreto reside en un único ingrediente de la pasta de dientes: el lauril éter sulfato de sodio (SLES).
SLES
El lauril éter sulfato de sodio es un tensioactivo, es decir, algo que rompe la tensión en la superficie de un líquido y que posibilita la eliminación de grasa de las cosas.
No es nocivo (es considerado seguro, aunque los efectos de irritación se incrementan al aumentar la concentración), pero tiene este curioso efecto secundario si te lo llevas a la boca: el SLES descompone las grasas o fosfolípidos, que bloquean algunas papilas gustativas del sabor amargo, haciendo que todo sepa más amargo. Las moléculas también bloquean las papilas correspondientes al sabor dulce.
Es usado en productos industriales tales como jabón para lavado de autos, desengrasantes de motores y limpiadores de pisos. El lauril sulfato de sodio es también un ingrediente que se encuentra en una amplia gama de productos de cuidado personal como jabones y champús. Su gran capacidad limpiadora se debe a este ingrediente tensioactivo. Cuando se utilizan con agua, generan espuma y permiten que el producto elimine la suciedad. Otro tensioactivos que ayuda a los productos, además del SLES, es el lauril sulfato de sodio (SLS).
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