Desde finales de la década de 1970, las desigualdades entre ricos y el resto de la población se han ido incrementando paulatinamente. Entre 1993 y 2010, más de la mitad de la renta nacional de Estados Unidos correspondía al 1% de la población que tenía las rentas más altas.
Desde entonces, la desigualdad ha crecido mucho más deprisa. Es algo que está pasando en todos los países industrializados del mundo. Sin embargo, en el caso de Estados Unidos es todavía más sangrante, hasta el punto de que se está convirtiendo en el país más desigual del mundo.
Para que nos hagamos una idea, la desigualdad de Estados Unidos es superior a la que experimentan países como Egipto, Yemen o Túnez, y se puede equiparar a Filipinas. Tal y como abunda en ello Martin Ford en su libro El auge de los robots:
Hay estudios que indican que la movilidad económica, una medida de la probabilidad de que los hijos de familias pobres puedan ascender en la escala económica, es significativamente menor en Estados Unidos que en casi todos los países europeos. En otras palabras, uno de los valores más básicos de la cultura estadounidense (la creencia de que cualquiera puede triunfar mediante el trabajo y la perseverancia) tiene muy poca base en la realidad estadística.
También uno de los más tecnológicos
Al problema de la desigualdad, que incluye que los ricos y las organizaciones que controlan dirijan políticas del gobierno a través de grupos de presión o aportaciones económicas (evitando, por ejemplo, invertir en las infraestructuras y los bienes públicos de los que depende el resto de la población), se une el hecho de que es uno de los países más tecnológicos.
Es decir, que los ricos pueden concebir industrias que pueden prescindir, cada vez más, de la mano de obra humana, siendo sustituidas por máquinas y robots, lo que incrementa los beneficios de los dueños de las empresas, pero no la de los trabajadores, que pierden poder adquisitivo o directamente su puesto de trabajo.
Uno de los puntos a favor que tiene Estados Unidos es ser la casa de Silicon Valley, el hogar de las compañías más exitosas en el mundo de la tecnología como Google, Apple, Microsoft, Dell o AMD, entre otras. Pero estas compañías generan grandes beneficios usando cada vez menos trabajadores humanos.
Por ejemplo, los beneficios combinados de todos los comercios, cadenas de restaurantes y supermercados de la lista Fortune 500 son menores que los beneficios de Apple por sí sola, pero en Apple trabajan 76.000 personas y en los comercios, supermercados y cadenas de restaurantes trabajan 5,6 millones de personas.
Frente a lo cual parece que no deberíamos prescindir de la tecnología, sino de los políticas laborales y de distribución de beneficios, tal vez adoptando alguna clase de renta básica universal. Sobre todo en países tan profundamente desiguales como Estados Unidos.
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