Hacen tatuajes, empiezan a intervenir en cadenas de comida rápida como McDonalds, y todo esto no ha hecho más que empezar.
Porque los algoritmos se revelan como más eficaces que los cerebros humanos a la hora de realizar tareas que creíamos exclusivas, como el diagnóstico médico o incluso la redacción de notas de prensa o noticias. La IA, de hecho, puede que en solo 5 años se quede con el 6% de los empleos.
Mecanización y salarios
Según varios estudios para el año 2021 hasta el 6% de los trabajos humanos lo ocuparán robots.
Los economistas Loukas Karabarbounis y Brent Neiman, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago, han analizado datos de 56 países diferentes, descubriendo que en 38 de ellos se había dado también una caída significativa de la participación de los trabajadores en la renta nacional, y que este desplome se debe a una "mayor eficiencia de los sectores que producen capital que cabe atraibuir a los avances en la informática y en la tecnología de la información".
¿Deberíamos coger nuestros martillos y empezar a destruir los robots como antaño los luditas hacían lo propio con las de máquinas y establecimientos fabriles durante la Primera Revolución Industrial (1811)? Tal vez nos equivocamos de objetivo.
La automatización es un proceso inevitable hasta cierto punto, y además favorecerlo, si se toman las políticas oportunas, podría ser el camino soñado de un mundo en el cual no será necesario que el ser humano trabaje a cambio de dinero (o que lo haga en tareas mucho más especializadas en jornadas de pocas horas a la semana).
Renta básica
Un primer paso sería aplicar una renta universal básica (con incentivos, como por ejemplo pagar más a quien estudia una carrera universitaria) y reparta mejor la riqueza existente. Porque los robots no necesitan un salario, y están dispuestos a trabajar día y noche mucho mejor que nosotros. Sin embargo, el dinero es necesario para comprar. Si los consumidores pierden su poder adquisitivo porque no tienen salario, quienes ofrecen bienes y servicios producidos por robots no tendrán clientes, ni los fabricantes de robots incentivos para concebirlos.
A esto se suma que la automatización y la tecnología abaratarán los bienes y servicios hasta límites inauditos, incluso rozando el coste marginal próximo a cero que ya tiene lugar en el mundo de los bits.
Si no se toma el camino adecuado, entonces el culpable de la llegada de una nueva época feudal en la que unas pocas familias y empresas dispondrán de todos los recursos (que a la larga se convertirán en inútiles por la pérdida de consumidores que estén dispuestos a pagar por ellos y, a su vez, ello favorezca la innovación), el culpable, digo, no serán los robots, ni las inteligencias artificiales. Los culpables serán quienes promulguen políticas cortoplacistas, ciegos al panorama en su conjunto y, sobre todo, ignorantes del tsunami tecnológico que arrasará con todo en un breve espacio de tiempo.
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