Para alguien que esté en la cima del Everest (a 8.848 metros de altura), el horizonte está a 335 kilómetros de distancia. Pero si estamos a ras de suelo y medimos 1,70 metros de altura, entonces el horizonte se encuentra a un poco menos de 5 kilómetros de distancia, como podéis ver en la imagen que encabeza este post y que muestra las distancias de los horizontes de otros planetas y satélites de nuestro sistema solar.
Naturalmente, estas distancias se han calculado teniendo en cuenta la geometría, no si el día está nublado o claro. La Luna tiene un diámetro de 3.475 kilómetros (una cuarta parte del de la Tierra), así que la distancia al horizonte es de 2,43 kilómetros.
Solo son cifras orientativas, porque hay más factores a tener en cuenta, como explica Ana Pérez Martínez en su libro de preguntas y respuestas ¿Cuánto pesa la Tierra?:
Si a esto se le añade el efecto de la refracción, que curva los rayos del sol a medida que pasan a través de la atmósfera, el horizonte estará aún más lejos. El tiempo frío incrementa la cantidad de refracción atmosférica, de modo que en localizaciones particularmente frías como la Antártida, la gente puede ver el horizonte a cientos de kilómetros de distancia. Por otra parte, al igual que la climatología puede algunas veces ayudarnos a mejorar la visión, también puede ocultárnosla, por ejemplo, la niebla y la luz dispersa pueden limitar la visibilidad. Y, por último, por supuesto, la topografía del terreno también es importante.
Vía | AbadíaDigital
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