Versiones reales de los cuadros concebidos por M. C. Escher, el artista holandés conocido por sus grabados, xilografías y litografías que tratan sobre figuras imposibles, teselaciones y mundos imaginarios que desafían los modos habituales de representación. Seguro que todos recordáis aquel cuadro suyo lleno de escaleras infinitas que se conectan unas con otras. Una versión cinematográfica de este efecto fractal lo podéis ver en la secuencia final de la película Dentro del Laberinto, cuando Jennifer Connelly se enfrenta a David Bowie, el Príncipe de los Duendes.
El lugar existe, se puede ver y tocar, y según la leyenda se dice que fue construido en solo una noche. También se dice que tiene tantos pasos para resulte imposible que alguien recupere una moneda caída en el fondo.
Chand Baori, el templo de los mil escalones, fue levantado en el siglo IX, y es uno de los primeros baoris construidos en Rajastán, en la India, concretamente en la localidad de Abhaneri, cerca de Jaipur. Un baori es un pozo en forma de cono invertido con diversas terrazas unidas por tramos escalonados, un estanque de reserva de agua que se construía a causa de las duras condiciones climáticas de la India antigua. Para obtener más agua, se debía cavar cada vez más hondo.
El Chand Baori es uno de los baoris más profundos y grandes de la India: su planta cuadrada tiene 3.500 escalones estrechos en 13 niveles escalonados y en total tiene más de 30 metros de profundidad (el equivalente a un edificio de diez plantas: hay que tener realmente mucha sed para bajar tantos escalones en busca de un poco de agua). El pozo no era, pues, meramente utilitario sino que perseguía cierto charm arquitectónico con aires de geometría fractal.
Se usaba tanto por motivos religiosos (en la entrada, en el lado norte, hay una balconada y los santuarios, donde había varios templos con imágenes de Ganesa, Durga o Mahishasuramardini) como para abastecer de agua a los habitantes de la zona (uno de los lados de la construcción posee sus propias habitaciones).
Un lugar de pesadilla, un laberinto en tres dimensiones que uno no puede evitar asociar con una banda de Moebius, esa superficie con una sola cara y un solo borde, como un ocho apaisado, que simboliza en infinito en las matemáticas.