Las flatulencias han sido origen de no pocos conflictos bélicos. Sin embargo, el que casi causa un accidente diplomático entre Suecia y Rusia fueron los gases de un tipo de pez muy concreto: los arenques.
Este pez de sabor soso suele comunicarse con pedos (hallazgo que valió la concesión de un IgNobel de Biología en 2004), lo que provocó que aquel ruido como de fritura se confundiera con un submarino cruzando un delicado espacio fronterizo en el Mar Báltico durante los años del Telón de Acero. Afortunadamente, el arenque también está detrás de la fundación de la ciudad más liberal del mundo, donde la prostitución, las drogas blandas y la eutanasia están reguladas.
Arenques
En 1994, un ruido sospechoso no identificado causó preocupación en el seno del gobierno sueco. El primer ministro incluso escribió una carta a Boris Yeltsin para pedir explicaciones: todo apuntaba a que era un submarino ruso en aguas suecas. Sin embargo, solo fueron arenques tirándose pedos.
Y es que algunos tipos de arenque utilizan los gases para “hablar” entre ellos sin alertar a otros peces. Cuando el pez se tira la ventosidad, las burbujas que emanan emiten un sonido de alta frecuencia sólo audible para los de su especie. De hecho, la armada tenía clasificadas ventosidades que provenían de varios animales (ballenas, focas, morsas); solo que nadie esperaba que el arenque fuese capaz de producir tales sonidos.
El estudio de este singular sistema de comunicación mereció un IgNobel, (juego de palabras entre los Nobel de toda la vida y la palabra innoble en inglés), un galardón que premia «aquellos logros que no pueden o no deben ser reproducidos» y que buscan más la hilaridad que el hallazgo científico en sí.
Magnus Wahlberg y Hakan Westerberg, del Instituto de Investigación Costera de Suecia, concluyeron que estas flatulencias de la especie Clupea harengus no proceden del proceso de la digestión sino de la vejiga natatoria: grabaron la salida del gas y descubrieron que era un gorgeo periódico, con una duración de entre 32 y 133 milisegundos, y se emitía en series de 7 a 50 repeticiones.
El arenque, sin embargo, no solo ha estado en mitad de un conflicto diplomático y ha propiciado que se otorgara un IgNobel a dos investigadores suecos, sino que también favoreció que se fundara la ciudad más liberal del mundo. Bueno, no fue exactamente el arenque, sino una cosa muy pequeñita con un nombre casi impronunciable que se halló en sus entrañas. Es una historia larga, así que podéis verla en el siguiente vídeo:
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