Hace unos meses, muchos nos asombrábamos con la increíble forma de actuar del género de hongos Ophiocordyceps, en el que invadían por completo el cuerpo de insectos, como las hormigas, para continuar con su ciclo reproductivo.
En el caso de las avispas parasitoides ocurre algo parecido, son parásitas de otros animales considerados pestes de la agricultura (orugas, pulgones, etc) actúando como controles biológicos de insectos o, en algunos casos, para el manejo integrado de plagas.
Unos de las especies más interesantes es la “avispita” Aphidius colemani, el terror de los pulgones.
A. colemani es un insecto de gran importancia agrícola y económica, utilizado en la lucha biológica contra numerosos tipos de pugones.
La importancia del control biológico de los pulgones radica en que estos áfidos tienen características reproductivas y alimentarias que les llevan a alcanzar el estatus de plaga con facilidad. Sin embargo, estas poblaciones se controlan muy bien por la fauna auxiliar.
Sin embargo, la utilización de A.colemani no implica la erradicación de las poblaciones de áfidos, aunque si una reducción considerable de la misma.
El problema con los pulgones es que producen un daño directo debido a la succión de savia para su alimentación o a la inyección de sustancias activas a través de la saliva, provocando un debilitamiento generalizado que se manifiesta en un retraso en el crecimiento y en el amarilleamiento de las hojas.
El daño indirecto que producen los áfidos se debe, por un lado, a la melaza excretada sobre la que se pueden desarrollar hongos; pero sobre todo a la inyección de saliva en la planta durante la alimentación del pulgón que permite la transmisión de virosis a las plantas. De ahí la importancia de tener bien controlado a la población de pulgones.
Lo más interesante es el ciclo biológico: las hembras depositan un huevo dentro de un pulgón, donde se desarrollan cuatro estadios larvarios.
Una vez que el desarrollo larvario se ha completado, la larva teje un capullo dentro de la cutícula del pulgón, lo que hace que se hinche, convirtiéndose en un estuche duro, conocido como momia.
Finalmente de las momias emerge un Aphidius adulto.
Como podemos suponer, A.colemani es un parasitoide cenobionte, ya que en el momento de realizarse la puesta, la hembra no mata al hospedador, siendo la larva quien le produce la muerte.
Y el mismo trabajo que hace A. colemani con los pulgones, lo hacen otras muchas especies de avispas parasitoides con otros insectos. ¿No os parece fascinante?
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