Dada la aceptación que ha tenido Cosas que no sabías de Islandia, os voy a contar otras cosas más que seguramente no sabíais del país del hielo y el fuego.
La capital, Reykiavik, es muy especial. Hay tan poca violencia que incluso los policías no necesitan llevar armas de fuego. En el horizonte se eleva una columna de humo blanco procedente de la central de energía geotérmica de Svartsengi, en la que se extrae agua caliente del subsuelo para ser enviada a la ciudad a través de gigantescas tuberías.
Un método no contaminante y sencillo para una ciudad moderna y sofisticada. A pesar de ello, es también un país donde se pide permiso a los elfos para construir las carreteras que deben cruzar e invadir la naturaleza. Una capital donde se mezclan los rituales y los arcaísmos más antediluvianos con el over the top de la vanguardia. Una capital llena de bares reconfortantes, donde la plebe se mezcla con los famosos y hasta con los políticos para charlar o brindar, en una sociedad fuertemente matriarcal, igualitaria y ecuánime.
Tan matriarcal, por cierto, que tal y como sucede en la comedia griega Lisístrata, de Aristófanes, las mujeres islandeses decidieron en 1979 no complacer sexualmente a los hombres hasta que se les reconociera más sus tareas domésticas. La huelga sexual fue apoyada por el 90 % de las mujeres de Islandia. Incluso 4 años más tarde, la líder de este movimiento reivindicativo, Salome Porleiksdóttir, fue nombrada presidenta del Parlamento islandés.
No es raro ver que casi todo el mundo ande escribiendo novelas en los bares de Islandia. Incluso el propio camarero, entre pausa y pausa, acudirá a su MacBook abierto sobre la barra para continuar enfrascado en su obra. No en vano, se estima que 1 de cada 10 islandeses publicará un libro a lo largo de su vida. Allí es tan natural como plantar un árbol o tener un hijo.
Los islandeses también comen raro. Muy raro, de hecho.
Hace relativamente poco que las zanahorias tienen ese color naranja: se cultivó en Holanda en el siglo XVI y fue el resultado de un cruce deliberado para que su color coincidiese con el de la casa real holandesa de Orange. En el siglo XVI, los holandeses eran los principales productores europeos de zanahorias, y todas las variedades modernas descienden de sus cuatro tipos de color naranja: la Early Half Long, la Late Half Long, la Scarlet y la Long Orange.
Pero antes de que el patriotismo holandés obligara a Bugs Bunny a comer zanahorias naranjas, los comerciantes árabes habían extendido la semilla de zanahoria por Asia, África y Arabia, surgiendo variedades con diferentes tonos de púrpura, blanco, amarillo, verde e incluso negro. Antes la gente comía zanahorias negras, y en Islandia, en 1997, se desarrolló dentro del programa Wacky Veg (Verduras chifladas) esta modalidad de zanahoria con sabor a chocolate, además de maíz con sabor a pizza, guisantes con sabor a frijoles y coliflor con sabor a queso y cebolla. La campaña, sin embargo, hubo de ser retirada al poco tiempo debido a las protestas.
Una lástima, porque seguro que Triki se hubiera mudado a Islandia sin pensárselo dos veces: ¡Quiero galleta! ¡Comer galleta! Sobre todo, después de su intervención en aquel capítulo de la serie de animación Padre de familia en el que intenta seguir una terapia para dejar las galles pero luego lo descubren en el baño tratando de hacer galletas de contrabando con masa para galletas.
Las especialidades gastronómicas, tan sanas que permiten que los islandeses sean poco proclives a los accidentes coronarios, son el bacalao hervido regado con una salsa insípida, el tiburón podrido, el cráneo de cordero (enterrado y fermentado durante meses) y, como bebida, la cerveza, aquella cerveza que tiempo atrás fue prohibida y que ahora provoca que Islandia posea uno de los mayores índices de alcohólicos del mundo. Como dicen los islandeses para brindar: Skál fyrir Valhöll!, que puede traducirse como “Salud antes del Valhalla”.
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