Islandia en un país de contrastes, y si puede resultar muy moderna en unos aspectos, parece afincada en la tradición en otros. Porque Islandia también es una tierra desierta en lo concerniente a los perros. Pues en 1924 se había aprobado una ley que prohibía la tenencia de canes en la ciudad porque, según ciertos informes, éstos podían contagiar unos quistes peligrosos para la salud de los hombres.
Hasta hacía bien poco (cuando fue derogada la ley), quien poseyera uno de estos animales de compañía podía ser multado con 2.000 coronas o una semana de cárcel.
Mucha de esta extravagante información, de la que apenas tenemos noticia fuera de Islandia, la he extraído del mejor libro que he leído sobre el país: La isla secreta. El autor, Xavier Moret, escritor y periodista, recibió el prestigioso Premio Grandes Viajeros, convocado por Ediciones B y la compañía Iberia, por dar a conocer al mundo un país tan hermético. Incluso los propios islandeses celebraron el libro. En él, el autor viaja en el verano de 2001 y en el invierno de 2002 a la recóndita Islandia con el firme propósito de encerrarse en la casa del escritor Gunnar Gunnarsson y así terminar una novela sobre Zanzíbar, a la vez que alberga la esperanza de contemplar la aurora boreal.
La isla secreta, como guía de viajes, quizá no funcione demasiado bien. Tal vez deberíamos buscar el valor del libro en su capacidad de sumergirnos en una sociedad diferente, casi alienígena (pese a ser occidental), ofreciéndonos una visión interna, desde sus bares, sus calles, sus ciudadanos. Entre otras cosas, Moret nos descubrirá una pirámide llamada Snaefellsjökull; una enorme construcción natural, producto de ominosas fuerzas tectónicas, que era protagonista de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne.
Pero las cosas más interesantes, como siempre, no están a la vista: otra de las facetas menos conocidas de los islandes es que, si se lo proponen, son capaces de hablar muy bonito.
Las kenningar, que eran adoradas por Borges son construcciones poéticas que abundan en las sagas y los poemas épicos que forman parte del cuerpo literario medieval islandés y noruego: metáforas idiosincrásicas con las que los vikingos describían la realidad.
Las kenningar son conocidas en toda la poesía germánica pero sólo los escaldas (poetas cultos escandinavos) las usaban y desarrollaban constantemente. Por ejemplo, para referirse a la lengua decían espada de la boca; El mar era el prado de la gaviota; la espada era la vara de la ira; el barco era el potro de la ola; los ojos eran las piedras de la cara; el pecho era el asiento de las carcajadas; el río era la sangre de los peñascos; el guerrero era el teñidor de espadas; el corazón era la piedra del brío; las cejas eran los cortinajes del rostro; la poesía era el licor de Odín; el brazo o la mano eran el trono del halcón; el viento era el lobo de los cordajes; la cerveza era la marea de la copa; los dientes eran los riscos de las palabras.
En el Háttatal (El recuento de estrofas) de Snorri Sturluson, las kenningar se dividen en tres grados. El primero se le denomina kenning, al segundo tvíkent y al tercero rekit. Un kenning es la parte menor constitutiva de una kenning. Por ejemplo, se le puede llamar a la batalla el fragor de los dardos; o al aire, casa de los pájaros. Estos dos casos son kenningar simples. En cambio, en un tvíkent o doblado, se usa otra figura retórica adicional para doblar el kenning. Así, la llama del fragor de dardos no se le llamará a la batalla sino a la espada. Cuando se continúa con más asociaciones, se dice que es proseguido, o rekit.
Un ejemplo de texto construido con kenningar podría ser precisamente de Sturluson, de la Saga de Egil Skallagrímsson:
Pero me es hostil / el dios que destila / dulce licor de malta, / agrio su corazón; / ya no puedo erguir / mi cansada cabeza, / no puedo tener firme / el carro de la razón.
Aquí aparecen las siguientes kenningar: El dios que destila (Odín); Dulce licor de malta (poesía); El carro de la razón (la cabeza).
Las kenningar también se usan en la modernidad. Como curiosidad, quizá poca gente sepa que todos los títulos de la saga de fantasía épica Canción de hielo y fuego, de George R. Martin, son kenningar. Por ejemplo: Festín de cuervos (un cadáver) o Tormenta de espadas (una batalla). El título de El señor de los anillos, de Tolkien, también parecería ser una kenningar: un señor de los anillos era un rey, no porque llevara un puñado de anillos en sus dedos, sino porque los príncipes nórdicos obsequiaban anillos como recompensa por triunfos militares a sus lugartenientes.
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