Una gran parte de la humanidad ha empinado el codo en alguna ocasión para celebrar algún acontecimiento o sencillamente para superar trances. Sin embargo, la mayoría de nosotros arrostramos mitos alrededor del alcohol y las borracheras. He aquí unos cuantos:
1. Para emborracharse no hace falta beber alcohol. A veces basta con creer que estamos bebiendo alcohol para deshinibirnos. Al creer que estaban borrachos, los que no habían tomado alcohol se comportaban como si hubiesen bebido. Aquí podéis leer el experimento al respecto.
El mismo tipo de efecto aparece en los ensayos clínicos: las personas expuestas a falsa hiedra venenosa desarrollan sarpullidos reales, los que beben cafés descafeinado están más despiertos y los pacientes que pasan por una falsa operaciones de rodilla afirman sentir menos dolor en los tendones “curados”.
2. Beber no ayuda a combatir el frío (cuando es justo lo contrario: provoca la engañosa sensación de calor debido la vasodilatación cutánea que implica pérdida de calor). Y no, nunca han existido los perros San Bernardo suizos que se paseaban por la montaña con un cubilete de alcohol colgado del cuello.
3. Más del 90% del alcohol que consumimos se metaboliza a través del hígado. Así pues, de nada sirve correr para “sudar” las copas de más que hemos ingerido. Tomar dos cucharadas de aceite o un yogurt antes de consumir alcohol no evita la embriaguez. Tampoco es cierto que la resaca desaparezca bebiendo zumo de tomate o desayunando cerveza.
En la siguiente entrega de este artículo exploraremos otros mitos al respecto del alcohol y las borracheras.