Reconozco que, sobre todo en verano, rehuyo la playa. Cualquier playa. A no ser que la playa en cuestión esté prácticamente desierta o se encuentre en algún punto remotísimo del mundo al que no llegue el tunda-tunda de los chiringuitos (aunque en las playas de, por ejemplo, Almuñecar ha quedado terminantemente vetada la música).
También estoy dispuesto a hacer pequeñas excepciones con las siguientes playas, en las que se pueden llevar a cabo actividades culturales, o al menos un poco distintas a las típicas consistentes en torrarse al sol o lucir palmito.
Para los aficionados o no a las playas, quizá las siguientes cifras sirvan para afianzar esta afición o para justo lo contrario. Vosotros juzgáis.
Al día, en una playa pequeña como La Concha, en San Sebastián, se producen un máximo más de 3.000 litros de orina (no lo neguemos, mucha gente se “relaja” en el agua, a pesar de que puedes recibir una multa por ello). En La Concha caben 10.800 personas, y evacuarán, si pasan un tercio del día allí, una media de 1 litro de orina por persona. Extrapolad las cifras a todas las playas de España.
La media de protector solar que se emplea es de 40 ml por persona, y una parte también acaba en el mar. Acabe o no allí, en la playa nos llegaría el aroma de más de 400.000 ml de protector solar y bronceador.
Un español genera 1,5 kg de basura al día. Si pasa un tercio del día en la playa, podría llegar a generar hasta 0,5 kg de basura diario. Es decir, un total, solo en La Concha, de 5.400 kg. En la playa de Fuengirola se pierden unos 2.000 objetos en verano. Tened cuidado donde pisáis. En 2009 hasta se encontró una pierna ortopédica.
La arena de la playa puede ser más o menos interesante, pero hay arenas más interesantes que otras. En la playa de Papakolea, en Hawai, por ejemplo, las arenas son de color verde por los cristales de olivino depositados durante una erupción volcánica hace 10.000 años.
Y si finalmente os apetece ir a la playa sin salir de casa, quizá os sirva este aroma a playa embotellado creado por un grupo de científicos de la Universidad de East Anglia (Norwich, Reino Unido). Para ello aislaron un microbio del fondo fangoso de las costas del norte de Norfolk, en concreto Stiffkey saltmarsh, seleccionando el único gen responsable del olor a mar que hueles cuando te acercas a una playa, el Sulfuro de Dimetilo (DMS).
En todos los océanos del mundo, mares y costas, 10 millones de toneladas de DMS son generados por los microbios que viven cercan del plancton y las plantas marinas.
Vía | Quo
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