A pesar de la importancia que tiene el pelo humano en el escenario de un crimen, como sabréis los que sois aficionados a CSI, en 1997 se publicó un estudio estadounidense en el Journal of Forensics Sciences que denunciaba los pocos datos que se tenían acerca de la pérdida de vello púbico durante las relaciones sexuales.
Este dato no es baladí, pues podría ser fundamental para esclarecer un caso de violación. De modo que los autores se pusieron manos a la obra para estudiar a seis trabajadores de la policía científica y sus cónyuges. La idea era contabilizar cuántos vellos púbicos se desprendían después del coito.
Lo primero que descubrieron es que las mujeres desprendían dos veces más vello que los hombres. Es decir, que un violador podría llevarse consigo algunos vellos púbicos femeninos sin saberlo. Con todo los datos tampoco fueron representativos debido a lo escaso del tamaño muestral, y al proceso de estudio, que consistía en lo siguiente, tal y como explica Pierre Barthélémy en su libro Crónicas de ciencia improbable:
De las seis parejas, cinco actuaron diez veces para el experimento, mientras que la última solo cumplió su deber científico en cinco ocasiones. Después de las relaciones sexuales, cada participante debía sentarse sobre una toalla mientras su compañero o compañera le rastrillaba, literalmente, el pubis. Luego, la toalla y su contenido, así como el peine utilizado, se guardaban en un sobre sellado al que se adjuntaba un cuestionario romántico que precisaba la duración de los arrumacos, la o las posiciones empleadas, el número de horas transcurridas desde las últimas relaciones y la última ducha.
Los investigadores, pues, reclaman estudios más exhaustivos sobre este misterioso tema. Id preparando los peines.
Imagen | jProgr
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