Para contemplar un templo maldito como los que suele frecuentar Indiana Jones o para situarse delante de un clavicordio confeccionado con huesos humanos como el que aparece en Los Goonies no es imprescindible acudir a una sala de cine. Existe otra alternativa. Podéis tomar un vuelo hacia Praga con una de tantas líneas aéreas que realizan vuelos directos desde diferentes puntos de la península. Una vez en la capital checa, coged un tren a Kutná Hora, a 70 kilómetros de distancia.
Una vez en Kutná Hora es necesario que os desplacéis hasta la localidad de Sedlec, que ahora ya ha sido absorbida por Kutná Hora. Sin embargo, años atrás, Sedlec tenía entidad propia. Fue en su día una de las mayores productoras de plata del mundo medieval. A finales del siglo XIII, un tercio de la plata europea procedía de esta región. Así pues, hasta allí llegaron intrigantes, aventureros, mercaderes y artesanos.
Y, por supuesto, también desembarcó la Iglesia. El primer monasterio cisterciense fue fundado allí por Miroslav de Cimburk en 1142; sus monjes llegaron seducidos por la promesa del mineral de plata. En las tierras del monasterio, a finales del siglo XIII, se halaron importantes depósitos de plata, y de este modo también creció la influencia del Císter.
Y Sedlec pasó de ser famosa por su plata a ser famosa por sus huesos.
Enterrarse aquí estuvo de moda
El Osario de Sedlec (kostnice Sedlec, en checo) es una pequeña capilla cristiana situada bajo la Iglesia del Cementerio de Todos los Santos. Allí encontraréis nada menos que 40.000 esqueletos humanos situados artísticamente para formar la decoración y el mobiliario de la capilla, como si de pronto hubiérais entrado en el domicilio del asesino en serie Ed Gein, que también era aficionado a construirse los objetos de casa con los restos orgánicos de sus víctimas.
Pero ¿por qué en Sedlec hay tanto hueso? La historia se remonta a 1142, que fue el año de fundación del monasterio cisterciense más antiguo de las tierras checas. Según la leyenda, un noble que viajaba de Praga a Moravia, mientras pernoctaba en el bosque, tuvo un sueño en el que un pájaro se le introducía por la boca. Y entonces le surgió la idea de construir este monasterio. Una inspiración ciertamente extraña. La cuestión es que el noble, llamado Miloslav, poseía en Sedlec vastos feudos, y se puso manos la obra. Al poco, el monasterio ya estaba lleno de monjes cistercienses, provenientes de la ciudad bávara de Waldsassen. Los cistercienses proclaman el retorno hacia las raíces del cristianismo, a la pobreza y a la devoción genuina.
Eran partidarios de un rígido ascetismo y del trabajo manual como parte de la vida monástica. Como la única carne que consumían era el pescado, también construyeron estanques junto al monasterio. Y un cementerio. El cementerio que pronto daría origen al osario, el único elemento del monasterio que hoy en día aún se conserva.
Tiempo más tarde, en 1278, Jindrich, el abad del monasterio de la Orden del Císter de Sedlec, fue enviado a Tierra Santa por el rey Ottokar II de Bohemia. En sus viajes, el abad recogió un poco de tierra de la Gólgota, un monte situado en las afueras de Jerusalén, que es donde se cree que Jesús fue crucificado. Al regresar, trajo consigo esta tierra y la roció sobre el cementerio del abad, como quien abona el campo. Este acto pronto cobró resonancia y el cementerio se volvió muy atractivo en toda Europa Central. De repente, el cementerio había adquirido una categoría de cinco estrellas, y los muertos preferían pasar el resto de la eternidad en una residencia con este empaque antes que en cualquier otro terreno sin gracia. Según se comentaba en la época, quien descansara en este cementerio, iría al cielo en un solo día. Como si el cementerio rociado de tierra sagrada fuera algo así como un salvoconducto para superar las aduanas celestiales. De modo que en poco tiempo, miles de personas empezaron a enterrar a sus familiares en la abadía; los propios checos pero también gentes procedentes de Polonia, Baviera o Bélgica.
Pero debido a los estragos de la Peste Negra, a mediados del siglo XIV el cementerio de Sedlec empezó a sufrir overbooking y tuvo que ser ampliado para poder acoger a tanto huésped. Por ejemplo, en 1318, fueron sepultados allí más de 30.000 difuntos. Las guerras husitas también hicieron crecer el suministro de cadáveres, e incluso se llevaron por delante, en la primera mitad del siglo XV, a más de 500 monjes cistercienses tras la quema del monasterio y la abadía. Así, en 1421, el monasterio fue destruido y permaneció en ruinas casi 300 años. Se emprendieron las primeras restauraciones entre 1700 y 1709 por parte de Jan Blazer Santini-Aichel, que la reconstruyó al estilo barroco, preservando en lo posible las partes góticas originales.
Karen Koubský, administrador del osario, lo explica así:
Gran parte de los huesos tienen huellas de heridas. El cementerio fue enorme, se extendía en una superficie de tres hectáreas y media. Tras las guerras husitas, el cementerio quedaba pequeño, los restos mortales primero se colocaban alrededor de la capilla. Más tarde fueron trasladados a su parte inferior.
Así pues, esta capilla podría dividirse en dos partes. La superior, que es la clara y aireada y que representa el imperio de la luz eterna, y la inferior, que simboliza la tumba. Allí abajo es donde descansaban los miles de huesos. Un puñado de calcio al que habría que darle alguna forma original de organización.
En 1870, Frantisek Rint, un tallista local de madera, fue contratado para ordenar de algún modo todos los huesos que de resultas de las obras de construcción habían brotado fuera de la tierra; sin contar las nuevas remesas de cadáveres que llegaban en tropel para enterrarse allí. Rint optó por darle un poco de gracia (a su manera) a tal colección de podredumbre y empezó la obra que hoy en día podemos contemplar entre atónitos y acongojados. Pero los antecedentes del osario quizá habría que buscarlos en un monje medio ciego de 1511 que, según cuentan, amontonaba los cráneos en pirámides para almacenarlos. ¿Es posible que Rint se sintiera inspirado al contemplar estas macabras pirámides?
El genio artístico de Rint se materializó en una enorme lámpara de araña, que contiene al menos una unidad de cada hueso que forma el cuerpo humano, guirnaldas de cráneos que cubren las bóvedas, un pináculo, un crucifijo y hasta una un escudo armas de la familia que lo contrató para tal efecto, los Schwarzenberg. Todos ello constituido exclusivamente de huesos, como en una película de terror barata. Los huesos de 40.000 personas.
Al menos se buscó una solución artísticamente macabra y no simplemente macabra, como la que por ejemplo se toma en el cementerio de la ciudad de Guatemala. Allí, si no se pagan las deudas para la renovación del sitio después de 6 años (180 quetzales, alrededor de 16 euros, que dan permiso para otro periodo de 4 años), los cadáveres y esqueletos son retirados por el enterrador y lanzados a un pozo que se usa como improvisada fosa común, sin ningún miramiento. En 1998, 2.000 sepulcros fueron exhumados después de que sus parientes no abonaran los honorarios del cementerio.