Nada más entrar en Sedlec, nos toparemos con dos cálices y una cruz hechos de huesos, para empezar a acostumbrarnos a la decoración ósea del lugar. También existen escaparates donde se exponen los cráneos de los guerreros caídos durante las batallas husitas, todos con huellas visibles de sus heridas de guerra. En cada rincón, se alzan pirámides de calaveras decoradas con coronas de gloria hechas de huesos que esperan el momento de la Resurrección.
Tanta es la expectación que puede originar en los turistas (unos 150.000 al año) que algunas de las calaveras incluso han sido robadas. Estoy seguro de que muchos góticos estarían encantados de tener una de ellas presidiendo el salón de su casa. Y un perro, al entrar en el osario de Sedlec, probablemente levitaría por la emoción, moviendo enérgicamente el rabo, ante tamaña oferta ósea. Sedlec sería para él como un hipermercado para perros, el Caprabo cánido donde ponerse ciego mascando fémures.
La primera impresión que el visitante tiene ante esta clase recreativa de anatomía humana es que todos los huesos son prácticamente iguales. En esencia lo son: están hechos de calcio y son blancos, claro. Pero las calaveras presentan las pequeñas diferencias que luego se traducen en las distintas fisonomías de una cara. Por ejemplo, si uno tiene una nariz aguileña, pues esta característica se verá reflejada en su calavera. Así que incluso puede ser entretenido, macabramente entretenido, el tratar de reconstruir las caras de los husitas. También podremos observar anomalías óseas, huesos mal formados o, sorprendentemente, unas hileras de dientes sanos, pues la mayoría de los difuntos al parecer no sufrían de caries.
Y también tendréis la oportunidad de ver la icónica calavera cruzada por dos tibias, como la que aparecía estampada en las banderas de los barcos piratas. Hoy, este símbolo se asocia a la muerte, pero antiguamente se relacionaba con el alma.
El lugar pone los pelos de punta, por muchas películas gore que ya hayas visto en la televisión. Es una casa del terror de verdad. Un castillo de Drácula sin Drácula.
No es el único, en Roma también existe otra cripta decorada con huesos de 4.000 frailes: la iglesia de Santa Maria della Concezione dei Cappuccini. Consiste en una serie de túneles del siglo XVII donde los monjes capuchinos enterraron a los cadáveres siguiendo un escrupuloso procedimiento: primero los desecaban extrayéndoles todos los órganos y la sangre y a continuación los colgaban de las paredes, como si estuvieran expuestos en las estanterías de una tienda del horror. Como todos los cadáveres están en posición vertical y todavía vestidos y conservando bigotes, dentaduras y algunos pelos, cuando avanzas por estos pasillos te da la impresión de que todos los muertos están clavando su mirada en ti.
En París también es muy conocida Les carrières de Paris, vulgarmente llamadas Las catacumbas. En 1786, durante 15 meses, se estuvieron trasladando los huesos del cementerio de Les Halles a las canteras excavadas en la época galorromana a 20 metros de profundidad de tres colinas: Montparnasse, Montrouge y Montsorius. Imaginaos la estampa: carruajes y más carruajes cruzando la noche, transportando millones de huesos. Primero fueron amontonados sin orden ni concierto en las catacumbas. Pero más tarde, el Inspector General de Canteras, optó por situar los huesos en la parte delantera en forma de muralla, con una placa identificando la procedencia de los restos y pequeños altares con epitafios en latín adornando el camino. Sin embargo, de los más de 300 kilómetros de galerías, sólo permanecen abiertas al público menos de 1 kilómetro; aunque se rumorea que existen entradas secretas para acceder a ellas desde alcantarillas o los túneles del metro.
En la entrada a este laberinto de huesos puede leerse: Alto, esto es el reino de la muerte. Advertencia muy pertinente si echáis un vistazo a los muros de contención a ambos lados de los pasillos, muros hechos totalmente de huesos unidos entre sí sin ninguna clase de pegamento, sólo por el peso, como macabras piezas del Tetris. Muros de 30 metros de base. 5 o 6 millones de esqueletos disgregados. Teniendo en cuenta que la población actual de París es de 2 millones de habitantes, podemos decir que por cada persona que camina por la calle, hay 3 esqueletos bajo ella. Y es que París siempre ha tenido una especial relación con los huesos: los mendigos hacían un pan que llamaban de Madame Montpensier. Estaba elaborado con huesos humanos molidos que eran sustraidos de las tumbas.
Y bueno, aunque no se trata de una osamenta de verdad sino de una escultura inmune a la osteoporosis, también podéis encontrar un esqueleto humano de 14 metros llamada Habibi, obra de Adel Abdessemed, exhibida en la iglesia de San Juan Evangelista, en Berlín.
Pero sin duda, aunque las comparaciones son odiosas, el osario de Sedlec es el más espectacular de todos los osarios. Algo así como visitar la morada del diablo, por mucho que se haya instalado en tierra santa. Tal vez la imaginación no alcance para hacerse una idea, así que, para quienes prefieran una experiencia más audiovisual de este lugar maldito, os recomiendo el visionado de un documental rodado en 1970 por el cineasta checo Jan Svankmajer a propósito del centenario de la obra de Rint.
Y es que los huesos humanos siempre provocan sobrecogimiento. Hace poco, cuando aún se celebraban misas en Kostnice, se tomaron fotos del proceso litúrgico que luego acabaron en la prensa. Los titulares asociaron las imágenes a las misas satánicas, pues en primer plano se observaba al sacerdote oficiando la Eucaristía con calaveras y huesos al fondo. Desde entonces, se han cancelado las misas en Kostnice. Aunque ello sólo importa a los familiares que visitan a sus muertos en esta especie de parque temático. El resto de turistas morbosos seguirá llegando en tropel, pagando 30 coronas checas (1,06 euros) por la entrada, con la posibilidad de echar fotografías, o 60 coronas checas (2,12 euros), si en vez de fotografías se prefiere filmar en video la experiencia. Aunque tocarlos, como Hamlet sosteniendo una calavera y pronunciando ser o no ser, ésa es la cuestión, no está permitido.