El sueño reparador

Hay veces en las que me despierto en mitad de la noche y me doy cuenta de que no tengo sueño, que estoy fresco como una rosa. Parece que seguir durmiendo es un vicio, pero cuando concilias de nuevo el sueño y tu querido despertador toca diana a las 7 y media, para ir a trabajar... te levantas más cansado que nunca y parece como si no hubieses dormido nada. ¿Os ha pasado esto a vosotros?

La razón de que esto suceda se debe a los ciclos del sueño: interrumpir uno de ellos significa, como poco, malestar. Como aproximación, se dice que un ciclo completo de sueño dura en torno a 90 minutos, aunque este valor es variable, depende del sujeto. Si no queréis fijaros en el dato de los 90 minutos, asumid la duración que prefiráis, incluso podéis medir la duración de vuestros propios ciclos. Para esos 90 minutos que se estiman, unos 65 minutos son de sueño normal, no REM(Rapid Eye Movement), unos 20 minutos de fase REM, durante la cual soñamos y un resto de 5 minutos de nuevo en fase no REM. La longitud de estas fases puede variar dependiendo de si los ciclos están al inicio del período de sueño o al final, siendo más larga la fase REM cuanto más tarde es el ciclo.

Teniendo en cuenta todas estas cosas, y asumiendo como cierto que el período de sueño se divide en ciclos, parece claro pensar que si interrumpimos un ciclo estamos rompiendo algún esquema predefinido con respecto al descanso. Las fases del sueño se incrustan de alguna manera en los tres subperíodos que hemos indicado más arriba, y si el sueño se interrumpe en las fases de sueño profundo, el efecto de descanso se desvirtúa. Por ejemplo, en la fase en la que nuestros receptores sensoriales están desconectados para proporcionar descanso al organismo, despertarse significa sentirse desorientado y cansado, mientras que despertarse en las fases de sueño ligero no implica tal desestabilización.

En este caso se encuentra la siesta ligera, esa que es tan sana y debería ser costumbre generalizada y recomendada para todos, aparte de seña de identidad nacional (quien la considere como tal) y un tremendo gustazo. Esta siesta tendría una duración no superior a 30 minutos, siendo mucho más efectiva si dura 20, y tras ella nos despertaremos frescos y dispuestos a emprender nueva actividad psicológica o física. Si alargamos la siesta más de lo necesario, nos levantaremos torpes, cansados y soñolientos, siendo más contraproducente que beneficiosa, y para nada un placer.

De hecho, hay quien asegura que no necesita más que 3 ó 4 horas y media de sueño nocturno si durante el día puede efectuar pequeños sueñecitos de 90 minutos (más que una siesta, pero un ciclo completo al fin y al cabo) para rendir más que satisfactoriamente, además de disponer de bastantes más horas útiles a lo largo del día. Yo tenía un compañero de facultad que aseguraba que dormir un número impar de horas aseguraba mayor descanso que dormir 8 ó 10 horas, y quizás tenía razón, pues no conozco su longitud de ciclo de sueño. Lo único que yo he comprobado por mi mismo es el tema de la siesta ligera, y que el hecho de dormir a veces entre cuatro o cinco horas me deja más dispuesto para el estudio o el trabajo que darme la gran panzada de 10 horas.

Vía | GlenRhodes.com Acerca de las fases del sueño

La fotografía fue tomada del artículo "La Zanja que la cave Otro". Gracias, Ramón.

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