El insomnio no es solo un padecimiento contemporáneo, y durante distintas épocas de la historia ha tenido sus víctimas, y también sus remedios. La mayor parte de ellos estrambóticos.
A continuación, algunos de los más extraños, algunos de los cuales incluso estuvieron avalados por revistas científicas.
Contar ovejas no sirve
A finales del siglo XIX, para combatir el insomnio, existía la costumbre de colocar en las almohadas unos pequeños imanes, a los que la gente denominaba “calamitas”, con lo que se aspiraba a sosegar la mente del durmiente.
También era común poner los pies sobre un montón de almohadas, o dormir en una cama que acunara al durmiente para que el durmiente se mareara.
En un número del British Medical Journal de 1894, por ejemplo, se hacían las siguientes recomendaciones para combatir el insomnio:
Enjabónese la cabeza con jabón común, restriéguese con él las raíces del cabello hasta que la cabeza quede cubierta de espuma, enróllese una toalla en la cabeza, acuéstese y lávese la cabeza por la mañana. Repítalo todas las noches durante quince días.
Estos remedios pseudocientíficos nos pueden parecer exóticos, pero muchos se siguen arrastrando desde entonces, e incluso han nacido otros igual de raros o poco fundamentados. Richard Wiseman pone algunos ejemplos en su libro Escuela nocturna:
Si buscas en Internet, encontrarás infinitas maneras de mejorar el sueño, todas “demostradas científicamente”. Desde tomar leche a los baños calientes, de oler lavanda a contar orejitas, comer queso o hacer flexiones, cada buró del sueño da sus propios grandes consejos.
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